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EL ROBINSON SUIZO.

términos de poderle clavar otro arpon en el costado, que fue el golpe decisivo que le ha traido moribundo sobre la roca en que le veis. Recordando sin embargo lo que aconteció á Santiago con el coletazo del boa que lo echó por tierra cuando ya le creia muerto, para asegurarme le traspasé con dos balas cuyos disparos son los que V. debe de haber oido.

—Tu victoria, dije, ha sido un hecho verdaderamente heróico, y aun ignoras tú mismo el gran peligro á que te has expuesto en esa lucha. La morsa es un mónstruo terrible, y si en vez de huir de ti como Dios ha permitido, se hubiera revuelto furiosa contra tu embarcacion, ¡quién sabe lo que hubiera sido de tí, pobre hijo mio, si llegan á tocar sus afilados y largos dientes el débil tejido de tu navecilla de cuero! Pero ¡bendito sea el Señor! Te has salvado, lo cual vale más que la caza de todos los cetéceos, y este sobretodo que acabas de matar no creo que pueda servirnos de gran cosa á pesar de los catorce ó quince piés que tendrá de largo, que no es todavía la magnitud á que suelen llegar estas vacas marinas [1].

—Pues si no podemos sacar partido de ella, repuso Federico, al ménos consentirá V. que me lleve la cabeza, y disecada la fijaré á la proa del caïak como insignia del barco, que á más de causar grande efecto con su formidable dentadura, servirá para darle el pomposo y sonoro nombre de morsa.

—No hallo inconveniente, respondí; si algo merece aprovecharse de la morsa son los dientes, cuya dureza y blancura igualan al mejor marfil. Pero si has de hacer algo apresúrate, le añadí, porque veo muy cargado el horizonte y mucho será que no estalle una tempestad.

—¡Qué bonito estará el caïak con ese adorno! dijo Santiago, que no dejaba de mirar la vaca marina.

—Sí, replicó Ernesto, para apestarnos con el mal olor de pescado podrido.

—No pase el doctor cuidado por eso, repuso el navegante, yo adobaré de tal modo la cabeza del mónstruo, y será tal su disecacion que despedirá el mismo olor que los animales del museo de Zurich.

Sacó Federico su cuchillo de monte y se puso á cortar la cabeza al mónstruo.

—Yo creia, me dijo Ernesto, que las focas, las morsas y demas cetáceos de esta especie no se encontraban sino en los mares del Norte. ¿Cómo se explica su aparicion en estar ardientes latitudes?

—No hay duda, respondí, que estos anfibios pertenecen principalmente á los mares del Norte; pero el fenómeno de su presencia en estos climas se explica fácilmente. Una tempestad deshecha, un trastorno cualquiera en los abismos del

  1. La morsa, segun clasificacion moderna, pertenece á la especie de anfibios carniceros. La morsa dek Norte, que es la que aquí se cita, es la más vulgarmente conocida con los nombres de vaca marina, caballo marino, bestia del gran diente, y á veces con el de elefante de mar. Llega á adquirir mayor corpulencia que el toro, y la extension de veinte piés; el marfil de sus colmillos, aunque áspero, tiene uso en las artes. (Nota del Trad.)