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CAPÍTULO XLIX.

Habíase recogido una cosecha, y no por eso se me apartaba del pensamiento obtener otra segunda ántes de concluir el año. Encerrado que fue el grano y la paja á cubierto de la intemperie, comenzámos á limpiar el terreno del rastrojo, á cuyo sencillo trabajo se reducia la previa labor para la nueva siembra.

Apénas llegámos al campo para principiar el trabajo, surgió del rastrojo una bandada de codornices y perdices mayores que las de Europa. Aprovechando los dos dias de nuestra ausencia, á la golosina del grano que habia quedado esparcido acudieron como buenas espigaderas á recogerlo para que no se desaprovechase. Como no esperábamos tal sorpresa, por pronto que se acudió, una sola codorniz pudo matar Federico, y eso de una pedrada. La presencia de estas aves de paso despues de la recoleccion fue para mí una indicacion preciosa para los años siguientes, prometiéndome para en adelante que el mismo campo que nos diese la provision de maíz ó de trigo, previniéndose ántes con buenas redes, nos proporcionaria infaliblemente á los dos ó tres dias abundante caza de codornices y perdices.

Desembarazado el terreno y limpia la rastrojera, lo sembré de nuevo; pero recordando lo que se practica en Europa para no cansar la tierra, si bien á esta como vírgen debia sobrarla sávia, me contenté, por lo que pudiera suceder, con sembrar esta segunda cosecha, cambiando el grano por otro más débil y de ménos arraigo, como cebada y avena que ya habia recogido el año precedente ántes de la estacion lluviosa.

No bien se acabó la sementera, cuando se apareció el banco de arenques á la altura de la Bahía del salvamento. Como contábamos con bastantes provisiones, por esta vez nos contentámos con aderezar y llenar un barril de arenques salados y otro de curados al humo. Cogímos tambien algunos otros peces vivos que se depositaron en albercas que es habian dispuesto en el Arroyo del chacal, donde podíamos ir á buscarlos cuando quisiésemos pescado fresco.

Las lijas acudieron á su vez inmediatamente. Su importante caza no quedó desatendida. La jeringa neumática ensayada en el kanguró siguió haciendo prodigios, y merced á ella las desollámos fácilmente, con mucha limpieza y brevedad. A más de las pieles, las vejigas y los intestinos se utilizaron igualmente, y adiestrados ya en el arte de preparar estas riquezas y aprovecharlas, todo se ejecutó con prontitud y destreza admirables. Entónces pudímos terminar el aparejo del caïak, del que nos ocupámos luego proveyéndole de más vejigas y tripas hinchadas para aumentar su ligereza y mantenerle siempre flotante.

Finido este trabajo, se trató de verificar la prueba de la nueva embarcacion. De hecho y de derecho Federico debia ser designado para obtener el honor del primer ensayo, que le conceptuó como una gran fiesta, á la que todos quisieron contribuir. Luego que se revistió á Federico con el traje de marino que ya conoce el lector, se le invitó á ocupar el asiento que le correspondia en el barco de cuero, ya provista la quilla de una ruedecita de cobre á cada lado, restos de una