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EL ROBINSON SUIZO.

No atarás la boca al buey que trilla en la era tus mieses [1]. Ademas, dice un proverbio: A buey que trilla la boca llena. Por otra parte, con la cosecha que el cielo nos ha concedido ¿por qué hemos de ser avaros y sentir la pérdida de unos cuantos granos?

La cita bíblica y el refran volvieron por la fama del método italiano, tan burlado y zaherido.

Trillado el trigo, era preciso limpiarle de polvo y paja, operacion la más dificil y trabajosa de todas. Colocámos la mies desgranada sobre una especie de cañizo tupido, y con palas de madera lo fuímos aventando para que el polvo y la paja menuda se fuése por un lado y el grano cayese en otro por su propio peso. Este aecho se hizo á costa de los ojos, boca y nariz de los pobres braceros que estornudaban á más y mejor, tanto que hubo que dividir el trabajo, relevándose unos á otros. Ya estábamos casi á la mitad de la faena, cuando me acordé de las caretas que nos sirvieron para llegarnos á los enjambres de abejas. Se aprovechó este recurso, y á los que estaban de servicio no les vino mal mi oportuna idea.

La colonia plumífera del corral, que durante estos trasiegos estaba apartada, acudió en masa á la era para cobrar grano á grano el diezmo de la cosecha que el toro y el onagro se habian ya adjudicado de una tragantada.

—Dejadlas, dije á los niños que las querian espantar; lo que nos quiten aquí lo encontrarémos en otra parte; y si el monton de trigo disminuye, en cambio las gallinas engordarán. Ademas, esta especie de abandono tiene algo de patriarcal y se aviene bien con nuestra nueva vida.

Pero mi recomendacion no obtuvo sino en parte la aprobacion de mi esposa, que poco conforme con los nuevos principios de economía doméstica que acababa de proclamar, con un varejon ahuyentó de la era á la familia cacareadora.

Cuando todos estos trabajos estuvieron terminados, quisímos ántes de encerrar el grano saber la cantidad á que ascendia, y nos encontrámos ricos y dispuestos á desafiar el hambre por largo tiempo. Habíamos recolectado sobre sesenta fanegas de trigo, ochenta de cebada, y más de ciento de maíz. Este último era el que habia fructificado más, por lo que deduje que el terreno le era mucho más favorable que á los otros granos de Europa que sembrados al mismo tiempo y en igual cantidad á proporcion habian producido mucho ménos.

La preparacion del maíz no fue igual ni se hizo á la italiana como con el trigo y la cebada. Las mazorcas se fuéron deshojando con las manos, poniéndolas luego á secar. Cuando estuvieron en sazon las desgranámos á golpes con latas de madera. La hoja, mas elástica y consistente que la paja, sirvió para rellenar los jergones, y el remanente de las cañas y mazorcas se redujo á ceniza, cuya calidad alcalina la recomienda para las coladas.

  1. Cap. XXV, vers. IV del Deuteronomio. (Nota del Trad.)