Página:El Robinson suizo (1864).pdf/363

Esta página ha sido corregida
324
EL ROBINSON SUIZO.

es delgado y el lomo va gradualmente aumentando de volúmen hácia las ancas y el bajo vientre. Las patas delanteras de los mayores kangurós tienen á lo más diez y ocho pulgadas de largo, y sírvenles para escarbar la tierra, abrirse madrigueras y llevas á la boca el alimento. El movimiento para andar lo hace principalmente con las piernas traseras, saltando á distancia de siete á ocho piés. Se le cuentan tres dedos en cada pata, siendo el de en medio mucho más largo y fuerte, y de notable estructura: examinándolo de cerca se reconoce que realmente está dividido en su mitad y tambien al traves del pulgar que le corresponde, de manera que la separacion parece hecha con instrumento cortante. La cola del kanguró es larga, gruesa en su orígen y termina en punta; de ella se sirve para su defensa, y con un coletazo es capaz de romper la pierna á un hombre.

Los jóvenes aventureros siguieron dándonos otros mil detalles de la memorable expedicion, y hasta Franz, novicio como era, nos quiso persuadir de que se habia estrenado con verdaderas proezas. No les fuí á la mano en sus alardes, pues sin ser perjudiciales servíanles de noble estímulo, y pensé seriamente en el partido que podia sacar de los productos de la jornada. Los cardos de Federico me parecieron una conquista preciosa. Eran un instrumento más sobre los recursos industriales de que ya disponíamos. Entre esos cardos, sin saberlo el mismo que tanto se vanagloriaba de ellos, encontré algunos piés de manzano dulce, y un vástago de canela. La buena madre lo recibió toda alborozada, y al otro dia lo plantó en el huerto.

En seguida convenia buscar el medio más expedito para desollar el kanguró, é inventé una máquina que dió mucho que reir á los niños. La caja de instrumentos quirúrjicos del médico del buque me suministró la idea.

Entre otros instrumentos encontré uno muy sencillo y vulgar: una gran lavativa, la cual bastó para mi máquina. A los lados del cilindro hice dos válvulas destinadas á llenar las funciones de máquina neumática, y sin decir nada á mis hijos, que asombrados contemplaban mi operacion, les encargué que colgasen de un árbol por las patas traseras al kanguró, de modo que el pecho estuviese á la altura del mio. Dispuesta así la res, practiqué en la piel una incision; en seguida me adelanté solemnemente con la jeringa en ristre y con aire de enfermero, en medio de la risa general de que suele ser objeto este desgraciado cuanto útil instrumento.

A pesar de las risotadas no perdí la gravedad.

—Aguardad un instante, dije á los bromistas, y juzgaréis de mi obra por los resultados.

Introduje el cañoncito en la abertura practicada en la piel y comencé á empujar; aquella fué hinchándose el términos que se desprendia de la carne, bastando algunos minutos para terminar con la mayor limpieza una operacion que por el método ordinario hubiera costado mucho más tiempo y trabajo, sin salir tan bien. El kanguró así desollado era una masa informe. Con solo un corte hecho á