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CAPÍTULO XLVIII.

nian sabor dulce y suave aroma de violeta, las que creí reconocer por el fucus saccharinus de que extraen azúcar los irlandeses. Los conejos se encontraban bien con este sabroso alimento; pero como á nuestra aproximacion huyeron escondiéndose en sus viveros, conocí que para utilizarlos era preciso construir un vivar cerrado con piedras y zarzas, donde les obligámos á entrar: obra que nos acupó dos dias, á mi entender bien empleados.

De aquí pasámos al islote de la Ballena, cuyos plantíos se hallaban tambien en buen estado. Todo era abundancia y creciente prosperidad, y nuestras posesiones terrestres y marítimas presentaban el más halagüeño espectáculo. Desde lo alto de las rocas que circundaban el islote contemplaba aquella tierra vírgen y fecunda, y el recuerdo de los tesoros que luego pondria á nuestra disposicion se enlazó con un agradecimiento profundo al Señor, dispensador de tantos bienes.

Un dia que me hallaba ocupado en el taller de la gruta reparé que tres de los niños habian tomado el portante sin decir nada, llevándose provisiones de boca, zanahorias y armas. Por las zanahorias, y por las expresiones que al salir les oyó mi esposa, conocí el objeto de su expedicion, que no debia ser otro que la caza de ratas de agua con el fin de proveerse de pieles para sombreros, de cuya nueva fabricacion se habia tratado varias veces. Les deseé buen viaje y mejor acierto, y proseguí mi tarea.

Ernesto, siempre casero, no fue de la partida por haberse quedado en la biblioteca ocupado en sus estudios; mi esposa andaba á vueltas con sus faenas domésticas; y cansado yo de trabajar, recordando que faltaban tablones de madera para trillar el grano de la cosecha, y á más otra provision de arcilla, resolví imitar á mis tres aventureros y dar tambien un paseo. Fuí á la cuadra, y no encontrando sino el búfalo, lo uncí á la rastra ya restaurada, encaminándome con los perros al Arroyo del chacal.

De paso tenia intencion de visitar los campos de yuca y patatas de allende el arroyo. Hacia más de cuatro meses que no habia estado en aquellas tierras labradas con tanto esmero, y deseaba ver el efecto de las lluvias, esperando hallar una vegetacion abundante y grandes esperanzas para la cosecha inmediata; pero ¡cuál fue mi sorpresa y enojo al ver completamente devastada gran parte de aquel hermoso plantío! los tiernos tallos y hojas estaban rotos, hollados; las raíces arrancadas, esparcidas por el suelo; en una palabra, era el más completo estrago en vez de la abundancia y prosperidad que me prometiera. Por de pronto no atiné la causa de semejante desastre; pero al aproximarme y prestar más atencion, por las huellas recientes que examiné despacio vine en conocimiento que era ganado de cerda el que habia causado tal destrozo. La dificultad estribaba en conocer si sus autores eran cochinos silvestres, ó bien la familia y descendencia de nuestra antigua marrana, cuya insociabilidad la habia apartado siempre de nuestra compañía. Pero fuesen quienes fuesen, maldije á la raza destructora, la cual habia elegido precisamente para satisfaccion de su devastador