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EL ROBINSON SUIZO.

El condor, cuya disecacion definitiva se habia dejado para entónces, fue otra de las ocupaciones que nos distrajeron. Lavámos de nuevo su pellejo con agua tibia, cubriéndola de una ligera capa de goma para preservarla de los insectos. El cuerpo se rellenó y recosió perfectamente, barnizándose las patas para que brillasen. Sólo nos faltaban los ojos, pero con un poco de porcelana y dos cuentas de abalorio se suplió tan bien esta importante adicion, que no habia más que pedir. La gigantesca ave con las alas extendidas y fuertes garras fue uno de los principales adornos del gabinete de historia natural.

La educacion del avestruz tampoco se descuidaba y se iba perfeccionando á ratos perdidos. En todas estas tareas yo era el que tomaba más parte, y temia fundamentalmente que la ociosidad de los niños se convirtiese luego en pereza, engendrando lo peor de todo, el fastidio. La mayor parte de las ocupaciones que habíamos discurrido estaban ya terminadas, y todavía quedaba sobrado tiempo de encierro. Ernesto, á fuer de estudioso, se hallaba muy bien con sus libros, sin echar nada de ménos; pero sus hermanos, no tan aplicados, ni con tanta aficion á la ciencia, sólo entraban en la biblioteca cuando no habia otro sitio en la gruta en que pudiesen estar. Conocia pues que era indispensable buscarles un entretenimiento que halagase su curiosidad, y por más que discurria poniendo en prensa la imaginacion, no lo encontraba, cuando inopinadamente la de Federico me sacó del paso.

—El avestruz con su velocidad y ligereza nos puede servir para correr la posta en poco tiempo por todos los caminos de nuestro reducido reino; no nos faltan carros fuertes y otros medios de conduccion para las provisiones; esto por la via terrestre, y por la marítima contamos con una chalupa y una piragua que se mecen majestuosamente en la bahía; pero en medio de todo aun nos falta y deseara yo otra cosa, y en un vehículo, un medio de caminar sobre el agua tan veloz como el avestruz por tierra, el cual apénas roza la arena cuando corre; una especie de esquife tan ligero que en un santiamen nos trasladase de un cabo á otro de nuestros dominios ya rodeando las costas, ya internándose por el arroyo. Creo haber leido, no recuerdo dónde, que los groelandeses construyen unas navecillas ligeras como las aves, parecidas á lo que yo me imagino, y á los que si no me engaño dan el nombre de caïaks. Si tuvímos bastante ingenio para construir una piragua, ¿por qué no hemos de hacer tambien lo que los ignorantes salvajes alcanzan?

Como cualquiera puede figurarse, acogí como se merecia la oportuna proposicion de mi hijo, que agradó tambien á sus hermanos; únicamente mi esposa, que temia el mar y sus pesadas burlas, no se mostraba propicia, y la sola idea de otra embarcacion la indispuso contra el nuevo invento, viendo vanas cuantas razones y seguridades se la dieron para convencerla, pues si la piragua y la pinaza eran para ella ocasiones de naufragios, mal podria cuadrarla que se aumentase la escuadra. Fija siempre en su mente la horrible tempestad que nos arro-