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CAPÍTULO XLVIII.

bóvedas de todas las habitaciones; y así cada cual toma el partido que más le place, ó de sumergirse en el lago, ó de encastillarse en su morada.

La vida de estos animales debe naturalmente ser corta, llegando apénas á quince ó veinte años. Cada pareja vive contenta y satisfecha; casi siempre están juntos macho y hembra, y sólo se separan para buscar cortezas. La caza de los castores se hace principalmente en invierno, porque es cuando sus pieles están en sazon. Se les mata al acecho, se les tiende lazos con cebo de leña verde, ó se les sorprende en sus cabañas durante los hielos. Como anfibios que son, huyen entre dos aguas; mas como no pueden permanecer así mucho tiempo, salen á respirar por las aberturas hechas de intento en el hielo, y entónces se les mata á hachazos.

Cuando despues de destruir las cavernas, los cazadores llegan á apoderarse de un gran número de castores, encontrándose la sociedad muy debilitada ya no se restablece más. Los individuos que han podido librarse se dispersan para vivir en alguna covacha que labran en la tierra, sin ocuparse mas que de sus necesidades presentes. No ejerciendo ya sino sus facultades individuales pierden para siempre la cualidad social que tanto les distingue. Supeditado su industrioso ingenio al terror, no se desarrolla más; y este animal que nació dotado de tan superior instinto, muere al fin en un estado de abyeccion y abatimiento que le hace inferior á los demás. El comercio de las pieles de castor constituye la gran riqueza del Canadá. Los salvajes las llevan en invierno con el pelo á raíz de la carne, y estas pieles ya empapadas de sudor, son el castor graso que los sombrereros mezclan con el pelo de castor seco ó vírgen para darle elasticidad y consistencia.

Como el lector ha podido notar, nuestra disertacion sobre el castor iba siendo prolija; pero á más de la justa admiracion que merecia ese industrioso animal, era la conversacion más oportuna en el taller de sombrerería do trabajábamos. Raer las pieles, enfurtir el pelo, convertirlo en tejido sólido y flexible, darle la forma conveniente en el molde de madera para que resultasen las copas de los sombreros; añadir luego las alas, é ir acomodándolo todo hasta confeccionar un sombrero en toda regla, tal fue por espacio de diez dias la ocupacion de toda la familia. La cochinilla nos proporcionó un brillante y hermoso tinte encarnado que daba un aspecto extraño á los sombreros. Quien nos hubiera visto pasear gravemente por la costa como solíamos despues de los trabajos del dia, cubiertos con semejantes chapeos, tomáranos cuando ménos por cuatro cardenales. A Franz se le reservó el privilegio de llevar dos largas y hermosas plumas en el sombrero; las airosas y caidas alas, añadidas á nuestros gorros, las reemplazaban con ventaja.

El buen éxito de la fabricacion de sombreros nos alentó á emprender otro trabajo cuyo producto ya nos era sumamente indispensable. Estábamos enteramente desprovistos de vajilla sólida y otros mil utensilios de barro que mi espo-