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EL ROBINSON SUIZO.

sin más auxilio que los dientes, en breve lo cortan y derriban al traves del rio. Cuando el árbol, á veces grueso como el cuerpo de un hombre, está caido, varios castores comienzan á roer y cortar las ramas hasta dejarlo igual de extremo á extremo, miéntras otros recorren la orilla del rio y cortan otros leños de diferentes tamaños, dividiéndolos en trozos de la longitud que se requiere para servir de estacas, y despues de trasladados á la orilla del rio, los conducen por agua sujetándolos con los dientes. Con estos palos que van clavando en el fondo entrelazándolo con ramas, forman una espesa estacada. Miéntras unos sostienen casi perpendiculares las estacas, otros se sumergen para abrir con las patas delanteras los hoyos correspondientes, rellenándolos luego para afianzar los maderos. A fin de impedir que el agua filtre por los intersticios de la estacada, los tapan con arcilla que amasan perfectamente con las patas delanteras, extendiéndola con la cola que hace el oficio de llana de albañil.

La posicion de la estacada tambien es digna de notarse: los piés derechos, todos de igual altura, están fijados verticalmente recibiendo la caida del agua, y el todo de la obra tiene una escarpa que sostiene el peso del agua, en sentido contrario, de modo que la presa, que en su base cuenta doce piés de ancho, se reduce en el remate á dos ó tres, con lo cual no sólo tiene la solidez necesaria, sino tambien la forma más conveniente para retener el agua y sostener su peso debilitando la fuerza de su corriente.

Cuando los castores han contribuido de mancomun á edificar la grande obra pública, cuya ventaja consiste en mantener el agua á igual altura, se dividen en brigadas para construir habitaciones particulares, cabañas ó casitas edificadas en el agua misma sobre estacadas rellenas cerca de la orilla de su estanque, con una salida para ir á tierra y otra para arrojarse al agua. La forma de estos edificios es por lo regular ovadala ó redonda. Los hay de cuatro, cinco, y hasta de diez piés de diámetro, y algunos tienen dos ó tres pisos. Las paredes miden dos piés de espesor y el techo guarda la forma abovedada. Toda la obra queda impenetrable al agua, á la lluvia, y resiste al más impetuoso viento. Los materiales que entran en su construccion se reduce á madera, piedras y tierra arenisca; los muros están por dentro y fuera revocados con una especie de estuco, con tanta igualdad y limpieza como si interviniera el arte humano. Cada casa tiene su despensa llena siempre de cortezas y madera blanda y verde, alimento ordinario del castor. Un derecho comun rige á los habitantes de cada domicilio; ninguno invade jamas el de su vecino; la cabaña más pequeña contiene de dos á seis, y las mayores de diez á veinte, siempre en número par, tantos machos como hembras, que viven en la mayor fraternidad. Se han visto algunas veces cabañales de hasta veinte y cinco moradas.

Por numerosa que llegue á ser la sociedad jamas se altera la paz. Amigos unos de otros, como dice Bufon, si notan enemigos, procuran evitar su encuentro avisándose unos á otros dando coletazos en el agua, cuyo eco resuena en las