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EL ROBINSON SUIZO.

palmera era precario, resolví suplirlos con la composicion de una bebida artificial. Habia oido habla mucho del aguamiel de los rusos. La primera materia la teníamos abundante en la miel que proporcionaban las colmenas, y que no sabía qué destino darle, y así hice una tentativa á salga lo que saliere. Puse á hervir una cantidad de miel con otra porcion de agua, y llenando con esta mezcla dos barriles, eché en ellos un poco de levadura de harina de centeno para que fermentase el licor, y cuando hubo reposado puse en infusion nuez moscada, canela y hojas de ravensara, con lo que obtuvímos una bebida de grato sabor y aroma, y un ligero ácido, que para nuestra reclusion de invierno debia ser un grandísimo recurso. Los dos barriles de este licor artificial se colocaron en la bodega de la gruta, ó por mejor decir, en la cavidad que con tal nombre honrámos.

De aquí surgió una corta discusion sobre el nombre propio que habia de darse al nuevo caldo. Unos querian llamarlo víno del Cabo, otros de Madera; pero el sabio cortó la disputa, bautizándole con el de víno de moscada.

Llególe el turno al vinagre, que era de absoluta necesidad tanto para la cocina como para otros mil usos. Para conseguirlo bastó llenar otro barril de aguamiel, y hacerla fermentar dos ó tres veces añadiendo siempre nueva levadura, y despues de clarificado resultó una cantidad de excelente vinagre. Mi esposa recibió el nuevo producto de mi industria con especial reconocimiento.

Acopiadas casi todas las provisiones de invierno, pensámos en cosas de menor importancia. Viendo que el oficio de zurrador me habia salido bien, para aprovechar el buen tiempo que restaba discurrí la fabricacion de sombreros, comenzando por hacer el de castor prometido a Franz. En ese arte, tan nuevo como difícil para nosotros, de seguro no desplegámos la destreza y primor de los sombrereros de Lóndres y Paris; pero al ménos para satisfacer en parte el amor propio, nos consolámos con que el resultado de la industria llenó el objeto que nos propusiéramos.

La primera cuestion que se presentó fue la forma y color que convenia dar al primer sombrero, que habia de servir de modelo á los demas. Cada cual emitió su parecer, pero la necesidad, que es la principal consejera en esos casos, vino á decidir que el color y forma debia ser el más compatible con los recursos de que disponíamos.

Por de pronto, como era preciso pensar ántes en la materia que en la forma, los unos se encargaron de raer las pieles de ondatra con cuchillos, los otros de escarmenar las de los conejos de angora, y miéntras mi esposa mezclaba las dos clases, yo labraba los moldes de madera en dos mitades. Faltábanme aun las herramientas necesarias para prensar y enturtir, pero me las arreglé como pude, y mezclando el pelo ya preparado con cola de pescado obtuve un fieltro, endeble si se quiere, pero que se acomodó al molde; y dejándolo una noche en el horno para secarse, al dia siguiente teníamos un casquete suizo que no habia más que ver.