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CAPÍTULO XLV.

Cuando no los alcanzaron ya mis ojos, entréme en la caverna á seguir ocupándome con mi esposa en las faenas domésticas que teníamos siempre entre manos, miéntras Ernesto, sentado tranquilamente en la arena, se puso á labrar unos vasos y tazas con los cascarones de los huevos de avestruz, habiéndonos asegurado, por haberlos sumergido ántes en agua caliente, que los polluelos que contenian, aun no del todo acabados de formar, habian ya muerto. Instruí al niño cómo se debia manejar para dividir por la mitad los cascarones sin romperlos, que consistia en rodearlos con un hilo bien empapado en vinagre fuerte. La accion del ácido en la costra calcárea del huevo iba poco á poco hendiéndola circularmente hasta que se separaban ambas partes; sin embargo, la película que se encontró debajo era tan fuerte, que fue necesario un cortaplumas para cortarla, pues tenia toda la dureza y elasticidad del pergamino.

Concluida la operacion, se emprendió otra. Al reconocer el interior de la gruta, en cuya cavidad no se veia mas que piedra, habia descubierto diferentes mezclas de productos minerales, entre otros una capa de amianto, especie de filamento pedregoso y bien conocido por su cualidad de incombustible. Al separarla hallé detras un gran trozo de talco trasparente ó selenita [1] de más de dos piés de alto por otros tantos de ancho, que con ayuda de Ernesto pude dividir en planchas del grueso de un espejo común. Tan indiferente mi esposa por lo general á los más de nuestros descubrimientos, no pudo contener su alegría al considerar este precioso mineral que la proveia de vidrios, cuya falta sentia mucho.

Ocupada en esto gran parte del dia, al caer la tarde nos sentámos en el hogar, donde nuestra cocinera estaba muy atareada aderezando con todo el esmero imaginable una de las patas del oso, que habia tenido bastante tiempo en salmuera, y el apetitoso olor que despedia la cacerola daba ya idea de lo bien que sabria al paladar. Aguardando tranquilamente el regreso de los cazadores, nos pusímos á charlar.

—Papá, me dijo Ernesto, si le pareciese á V. bien, debíamos hacer de esta caverna otra morada y fortificarla á lo Robinson.

—¿Qué quieres decir con eso de fortificarla á lo Robinson? le pregunté.

—Resguardar su entrada contra cualquiera clase de ataque á la manera que lo hizo Robinson sin emplear mampostería, plantando sólo árboles simétricamente al rededor, tan espesos que acabasen por enlazarse, dando por resultado una muralla impenetrable.

—Eso está muy bien; pero hasta que esos árboles se arraiguen, crezcan y se entrelacen, ¿qué defensa habrá?

  1. El talco es una sustancia mineral que se compone de silicato de magnesia mezclado con óxido de hierro y alumina. A veces se confunde el talco con ciertas variedades de serpentina. El de que aquí se habla cristalizado en prisma suele ser una variedad del mica que ha sufrido un principio de descomposicion. El talco se encuentra en forma de planchas y se divide en dos variedades principales: el talco laminar y el escamoso. (Nota del Trad.)