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CAPÍTULO XLV.


Nueva excursion.—Conejo de Angora.—Antílope.—Cuco indicador.—Vidrio fósil.


Más de dos dias empleámos en tan pacíficas y mecánicas faenas, poco adaptadas al inquieto y turbulento carácter de mis hijos, á quienes, no ocurriendo por de pronto más que hacer, iba ya fastidiando la inaccion; y así, tanto para interrumpir la monotonía de nuestra vida, como para ensayar su valor y resolucion, les propuse que solos penetrasen por segunda vez en la gran vega para entretenerse cazando ó haciendo algun nuevo descubrimiento.

Aceptaron la proposicion con alegría, excepto Ernesto, que pidió y obtuvo el permiso de quedarse con nosotros, pues Franz, á quien yo hubiera preferido conservar, me instó tanto para que le dejase ir con sus hermanos, que no pude ménos de acceder á sus ruegos.

En seguida los tres aparejaron las cabalgaduras que pastaban á orillas del arroyo, y dispuesto lo necesario para emprender la marcha, montaron en seguida, y despues de saludarnos con cierto aire solemne corrieron alegres al desierto.

—¡Hételos ahí, me dije, entregados en manos de la Providencia y de sus propios recursos! Verdad es que conocia la necesidad, en nuestra posicion, de habituarlos á ir obrando por sí y á guiarse por su prudencia. Un accidente imprevisto podia privarles de sus padres, y en ese caso ¡cómo hubieran podido habituarse á esa falta! Sin embargo, este primer ensayo me entristeció, y les ví con pena alejarse de nosotros. Me consolaba únicamente la confianza que tenia en el valor y serenidad de Federico; además, se encontraban bien montados y armados, y ya habian demostrado en otras ocasiones su valor é inteligencia. ¡Dios vaya con vosotros! añadí suspirando. El que por dos veces devolvió los hijos de Jacob á su anciano padre, hará lo mismo con los mios, y los guiará en el desierto.