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EL ROBINSON SUIZO.

perros, cuyas heridas ya habia lavado y untado bien con manteca fresca mi esposa, echáronse junto á la hoguera. Luego entrámos en la tienda, y un sueño reparador nos cerró pronto los párpados.

Con bastante pereza nos levantámos al siguiente dia no muy temprano, pues como suele decirse las sábanas se nos habian pegado, y tuvímos que hacer un supremo esfuerzo para abandonarlas. Mi primer cuidado fue reconocer el fuego, donde encontré las dos bolas de tierra completamente vitrificadas, si bien la fusion habia sido demasiado rápida, inconveniente fácil de remediar cuando llegase el caso. Contaba ya pues con medios para hacer loza, que era lo principal. Concluidos los piadosos deberes y despues del desayuno, se uncieron las bestias al carro y tomámos el camino de la caverna, cuya entrada en breve divisámos.

Al aproximarnos la vímos ocupada por una bandada de aves, que por su forma, color y otras circunstancias, al pronto nos parecieron pavos, cuando de cerca no descubrímos sino aves de rapiña que aprovechaban los restos de los osos, entrando y saliendo de la caverna en confusa algaraza, con buenos pedazos de carne en el pico. En vista de los numerosos entrantes y salientes colegí que ya eran dichosos y que el viaje iba á ser en balde, no encontrando sino la pelada osamenta de la gran caza de la víspera. Además, no sabíamos cómo penetrar en la gruta, pues por lo visto nuestra presencia no parecia inquietar á las rapaces bestias. De repente oímos un rumoroso aleteo sobre nuetras cabezas y una gran sombra negra en el suelo. Alzámos los ojos: era un pájaro disforme de prodigiosa fuerza, cuyas extendidas alas abrazaban un espacio de quince ó diez y seis piés; dirigíase á la caverna, y al descender, disparándole Federico la carabina, cayó al punto inerte á nuestros piés, herido mortalmente en el corazon, de donde la sangre salia á borbotones.

El estampido asustó á las aves que estaban dentro y fuera de la caverna, las cuales desaparecieron como el humo chillando á más no poder y dejándonos el campo libre. En seguida examinámos el mónstruo alado, y vímos que era un condor de la mayor especie [1].

Por fin entrámos en la gruta, donde encontrámos medio despedazado uno de los osos, y el otro casi vaciadas las entrañas, lo que nos ahorró parte del trabajo. Se aprovecharon las pieles de ambas fieras, desollándolas, la carne aun intacta, y el resto se echó á los perros.

Un dia entero se necesitó para preparacion de la carne de los osos. Se cortaron primero los jamones, luego las patas que, cocidas y aliñadas, segun opinion de los gastrónomos, eran un plato exquisito; en seguida se cortó el resto de

  1. El condor ó gran buitre de las Indias es sin disputa la mayor ave que se conoce en nuestro continente. Habia en la América Meridional y anida en las nieves perpétuas de los Andes. Vive en bandadas numerosas y remontándose á más de mil toesas. Cuanto se sabe de su historia se debe al célebre Humboldt, que lo observó en la misma cordillera de los Andes. (Nota del Trad.)