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EL ROBINSON SUIZO.

El último dia se consagró á una excursion hácia Prospecthill, á donde llegámos á las dos horas; pero con gran pesar me encontré con un destrozo y devastacion inesperada. Los monos todo lo habian trastornado y derribado, incluso la habitacion. Al verlo lamentéme de tan perversa raza y juré su exterminio. Cada paso me arrancaba una lamentacion; el ganado disperso por los alrededores; las gallinas huidas, y todas las cabañas por tierra. Se hacia indispensable acabar con esa canalla si no queríamos ver inutilizados nuestros trabajos. Sin embargo, tuve que resignarme á aplazar mis vengativos proyectos para otra ocasion, no juzgando prudente interrumpir la empresa que nos estaba ocupando.

Sin embargo, á pesar del natural desaliento que debia causarme este contratiempo, cuando paraba mi atencion en la prosperidad creciente de nuestras propiedades, aprecié como de poca monta aquel percance, compensado con tantas otras ventajas. Si la fortuna de vez en cuando no nos hubiera vuelto su rostro, haciéndonos pasar por algunas vicisitudes en nuestro paraíso terrestre, ¿quién sabe si al fin hubiéramos concluido por ser víctimas del orgullo ó la pereza?

Llegado por fin el cuarto dia y terminada la cura de los jamones y la salazon del tocino, rodeámos de tierra la choza en que lo dejámos, asegurándola con piedras y ramas entrelazadas para defender nuestra provision de invierno de las aves de rapiña y demás animales montaraces; y sin más que hacer, proseguímos la exploracion hasta el desfiladero que dividia la parte de la isla en que habitábamos desde hacia dos años, de la otra de allende, que aun nos era casi desconocida, y donde sólo penetrámos una vez Santiago y yo exponiéndonos á ser víctimas de los búfalos.