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CAPÍTULO XL.

res de la física y la química. El diamante ocupa su lugar en la relojería, y ha conseguido hacer dar á tan admirable industria un grandísimo paso, proporcionando una rigurosa exactitud que nunca se pudo conseguir de los metales más duros.

Respecto al material valor de esta mina, que es lo que primero le sedujo, le dije para concluir, no es cosa perdida. Es propiedad nuestra porque la hemos encontrado, y nadie podrá arrebatarnos este tesoro, que si por ahora nos es inútil, cuando el cielo nos envie la visita de algun buque europeo, nos encontrarémos con una riqueza inmensa, que se explotará en beneficio nuestro.

La conversacion llevaba trazas de prolongarse; pero las bujías se iban extinguiendo, y creí prudente emprender la retirada, mayormente cuando nada nos impulsaba á buscar el fin de la gruta. Antes de salir Federico quiso disparar otra vez su carabina, y el eco de la explosion se perdió en una profundidad cuya distancia era imposible calcular.

Cuando aparecímos á la boca de la gruta encontrámos al pobre Santiago hecho un mar de lágrimas. Al verme me saltó al cuello colmándome de caricias.

—¿Qué te ha pasado, hijo mio? le pregunté. ¿A qué vienen esas lágrimas?

—Son del gozo que me rebosa al volverles á ver, respondió; como tardaban VV. tanto en salir, estaba en la más cruel inquietud, y más cuando oí el ruido de dos detonaciones horribles, que me dieron á creer que VV. habian quedado sepultados para siempre en esa oscura caverna, y que nunca volveria á verles.

Miéntras hablaba el pobre chico volvíame á abrazar de nuevo con mayor fuerza, y lo mismo hacia con su hermano. Enternecióme su cariño, y le estreché contra mi corazon.

—Cálmate, hijo mio, le dije; y demos gracias á Dios porque nada malo nos ha sucedido. La conmocion que tanto te ha asustado la causaron dos tiros que Federico ha disparado en la gruta para purificar el aire y probar la solidez de su bóveda y extension de la cavidad. Vamos, alégrate, que hemos encontrado otro palacio más rico y brillante que el de Felsenheim: palacio inmenso cuya extension todavía no conocemos. Pero ahora caigo, ¿qué se ha hecho Ernesto, que no le veo? ¿dónde está?

Guiónos entónces Santiago á orillas del pantano donde encontrámos al flemático filósofo, que nada habia oido de las explosiones, sentado tranquilamente donde le habíamos dejado, entretenido en tejer un cesto de mimbres, semejante á los que usan los pescadores, dispuestos de tal modo que el pescado pueda entrar y salir. Al vernos se levantó y vino á mostrarme una que él llamó pequeña serpiente, diciendo que la habia muerto con la culata de la carabina.

Tanto habíamos hablado de serpientes, de huevos y de crias que, alarmado el pobre chico, y con la mejor fe del mundo, convirtió en su mente una soberbia anguila de cuatro piés de largo en un pequeño boa, y estaba lo más ufano del mundo con su hazaña.