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CAPÍTULO XL.

—Hé aquí una buena nueva para vuestra madre, dije á los chicos; ya no le costará tanto lavar la ropa, pues esto le servirá de jabon.

—Yo creia, respondió Ernesto, que el jabon era producto de la industria, y que por lo tanto no le habia natural.

—Te sobra la razon, añadí; el que comunmente se emplea en Europa se compone de ciertas sales, cuya acritud se corrige mezclándolas con materias oleaginosas, que atenuando su accion las apropian á su objeto; pero esta fabricacion es larga y dispendiosa, y ha sido gran fortuna encontrar una tierra que en sí sola reune gran parte de las cualidades del jabon. Esta es la que aquí se encuentra y la que principalmente se emplea para batanar las lanas, en lugar del jabon artificial. Ya verás qué contenta se va á poner tu madre.

Recogímos algunos puñados de aquella tierra, que guardé en el pañuelo, y así departiendo nos aproximámos al nacimiento del arroyuelo que brotaba de una abertura de la roca á pocos piés de suelo. Federico, que penetró por ella, gritóme desde dentro que la gruta tenia mayor extension de la que se figurara al principio. Trepé por el peñasco y encontréme en una caverna.

Comenzámos por disparar dentro un pistoletazo, y por la prolongacion de eco conocímos que la gruta se extendia mucho. Encendímos bujías que á prevencion iban siempre en los zurrones, y la pura y viva luz que despidieron me cercioró de la salubridad del aire. Federico y yo continuámos avanzando con la mayor circunspeccion, pues los otros se habian quedado fuera, y de repente descubrímos entre admirados y gozosos el brillante reflejo de las luces reproducido casi infinitamente en las paredes de la roca.

—¡Papá, exclamó Federico entusiasmado! ¡estamos en otra gruta de sal!

—Te has equivocado, le respondí, pues estas rocas no pueden ser de sal como las de nuestra gruta, porque si lo fuesen, el agua que chorrean sería salada y con la humedad se disolverian. No es sal lo que tenemos delante, sino cristal; en realidad nos encontramos en un palacio de cristal de roca.

—¡Pues todavía es mejor! ¡Un palacio de cristal de roca! exclamó Federico. ¡Es la realizacion de las mil y una noches! ¡Qué inmenso tesoro á nuestra disposicion!

—Sí, poco más ó ménos, añadí del mismo valor que tuvo la mina de oro para Robinson.

—Aquí tiene V., papá, prosiguió el niño, una muestra que acabo de arrancar. Efectivamente no es sal como dice V. muy bien; pero si es cristal, como V. asegura, es un cristal tan raro que no tiene trasparencia alguna.

—Cúlpate á tí mismo de ello, porque lo has empañado al desprenderlo.

Sorprendióse el niño, pues no atinaba que fuese posible hacer perder la trasparencia á un pedazo de cristal. Entónces tuve que explicarle la formacion de los cristale, haciéndole comprender el verdadero sentido de la palabra empañar de que me habia valido.