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EL ROBINSON SUIZO.

paró tambien á la region del vientre. Esta herida produjo en su cuerpo una como conmocion galvánica, retorciéndosele la cola, y al volver á su anterior estado, por una tension elástica, derribó al pobre chico, con lo cual acabó de perder el miedo.

Nuestras exclamaciones de triunfo atrajeron la demás familia. Ernesto fue el primero que acudió, siguiéndole Franz y su madre todavía aterrorizada.

—Tranquilízate ya, dije á esta, y demos gracias á Dios por habernos salvado por segunda vez la vida.

—En cuanto á mí, dijo Federico, no las tenia todas conmigo, por más que tratara de disimular en estos tres dias de angustia. Por fin, empiezo á respirar; pero nunca olvidaré que debemos la salvacion al súbito acceso de independencia del pobre rucio que se ha sacrificado por nosotros, como lo hizo el famoso Curcio por el pueblo romano.

—Ahí verás, añadió Ernesto; lo que más se desprecia en el mundo, á veces presta el mayor servicio; y lo que tuvo su orígen en un vicio, ha producido un bien real.

—¡Pobrecito asno! exclamó Franz conmovido; ¡ya no podrémos montar más en él! A fe mia que lo siento.

—Bueno es, dijo su madre, que te compadezcas de él como todos lo hacemos; pero no cesemos de dar gracias á Dios por haber permitido que el sacrificio de su vida haya rescatado otras más preciosas; y suerte ha sido que no le cupiera la suya á otra de nuestras bestias, pues por su vejez era probable que nos hubiérmos visto precisados á deshacernos de él. El dragon no ha hecho más que adelantar su muerte algunos meses. Sin embargo, no pretendo decir que deje de deplorar su horrible fin.

Franz hizo alto en la nueva expresion de su madre para designar al boa, diciendo:

—Mamá, V. acaba de llamar dragon á este mónstruo. ¿Será este quizá un dragon como aquellos que me han contado existian ántes en Suiza?

—No deja de ser oportuna la observacion, respondí, para tu limitada inteligencia; pero has de saber que los dragones de que hablan las crónicas y las populares canciones de nuestros montañeses, jamás han existido sino en la imaginacion de los poetas y bardos que las han contado. Sus alas son tambien otra fábula apoyada únicamente en la ligereza de que están dotados ciertos reptiles como el que tenemos delante [1].

  1. Los dragones alados son una de las ficciones más frecuentes en las antiguas leyendas y romances, y constituyen el fondo de infinitas tradiciones populares. De esos séres fantásticos hablan tambien las memorias y recuerdos de los pueblos antiguos. Se encuentran en el Edda de los indios como destinados á devorar á los condenados en el último dia. Entre los japoneses existen pinturas de ellos, con crestas monstruosas, barba larga, grandes uñas, y vomitando fuego por la boca. Hoy dia la zoologia reconoce unos pequeños reptiles del género de los lagartos con ese nombre, y ciertas membranas que tienen á los costados forman un modo de alas que