Página:El Robinson suizo (1864).pdf/271

Esta página ha sido corregida
240
EL ROBINSON SUIZO.

das por el espanto no se lo permitieron, y en ménos que se dice, la formidable serpiente le enlazó entre los repliegues de sus enormes anillos para contener las violentas sacudidas de la víctima que pugnaba por desasirse.

Mi esposa y los niños exhalaron á la vez un grito de horror al presenciar este espectáculo, y más que de prisa nos encerrámos en la gruta, desde donde contemplámos el horrible combate entre el boa y nuestro viejo servidor, disuadiendo á los chicos compadecidos de su suerte, que trataban de hacer fuego para salvarle, diciéndoles:

—¿Qué se conseguirá con una descarga? Atareado el reptil con su presa, ni se espantará ni la soltará; y si sois tan diestros que llegais á herirle, ¿quién os dice que no podrá tambien atacarnos y nos librará entónces de su furor? Desgracia es en verdad, continué, la pérdida del pollino; mas confio que ella nos salvará de otra mayor. Quietos aquí, donde estamos seguros; el enemigo no tardará en caer en nuestras manos sin fuerza y sin defensa, aguardando solamente á que haya engullido la presa que ahora sólo trata de ahogar.

—Pues largo va, exclamó Santiago, ¿cómo podrá tragarse la serpiente al burro de una vez? Será horrible vérselo despedazar ántes.

—No estás enterado, respondí, de estos reptiles que no tienen dientes para despedazar su presa, ni para masticarla, por cuyo motivo la sujetan entre sus formidables anillos, y cuando ya no tiene vida, poco á poco entera la van deglutiendo é introduciendo en su vientre; carne, huesos, pellejo y pelo, todo se lo tragan, y el vigor de su estómago les facilita digerirlo.

—Eso es imposible, replicó Santiago; jamás el boa, si es como V. dice, podrá quebrantar los huesos del asno ni ménos zampárselo de una sentada, siendo el cuadrúpedo mayor que el reptil.

—¡Sí! ¡imposible! dijo Federico. ¡Atiende! ¡atiende! ¡repara cómo el mónstruo tortura y prensa entre sus anillos á la pobre víctima ya espirante, y cómo la aplasta hasta reducirla á la dimension del gaznate para írsela engulliendo lo mismo que nosotros un pedazo de pan!

En efecto, con impetuoso ardor, iba el boa preparando de ese modo el manjar para su horrible banquete. Mi esposa horrorizada no pudo asistir por más tiempo á tan dolorosa escena y se retiró al fondo de la gruta, llevándose á Franz, al que no queria habituar á ser testigo presencial de aquel espectáculo. No me disgustó esa precaucion, porque el drama iba haciéndose cada vez más repugnante, en términos de no poderlo soportar yo mismo. El asno estaba ya muerto; habíamos oido su postrer quejido, y percibíamos distintamente el crujimiento de sus huesos. El mónstruo comenzó entónces su tarea. Para cobrar más brios enlazó la cola á una roca para obrar á guisa de palanca, y le vímos heñir como si fuera una masa maleable aquel informe conjunto de carne, haciéndola perder tan por completo su primitiva forma, que sólo una parte podia reconocerse: era la informe cabeza, ensangrentada.