Página:El Robinson suizo (1864).pdf/265

Esta página ha sido corregida
234
EL ROBINSON SUIZO.

asas que llenaban nuestros deseos. Estos ya podian considerarse como preciosos muebles, que si bien carecian de la gracia y finura que da á esa clase de obra una mano hábil, al ménos eran sólidos y ligeros, cualidades que necesitábamos.

Entre otras cosas, los niños concluyeron bastante regularmente un ceston destinado á la conduccion de raíces de yuca, y como á cada paso se les ocurrian diabluras, metieron en él á Franz, y pasando por las asas dos bambúes, se lo echaron al hombro y emprendieron á correr con el pobre chico dentro, que, temiendo caerse, gritaba á más no poder; pero ellos sin hacer caso no pararon hasta el Puente de familia.

Federico, que les vió hacer esa jugarreta, dirigiéndoseme, dijo:

—Ahora se me ocurre, papá, que una vez que estamos metidos en esto podríamos hacer una litera para mamá; quizá esto la animaria á acompañarnos en las expediciones lejanas, pues no se cansaria.

—En efecto, no dices mal, le respondí; una litera es un medio de viajar más cómodo que ir montado en el asno, y de mejor movimiento que la carreta.

Acogióse la idea con la mayor alegría; pero mi esposa, riéndose, nos hizo la observacion del mal papel que haria sentada en un cesto en medio de la caravana. Sobre este punto la tranquilicé prometiéndola que se daria á la litera una forma más elegante que la de un cesto comun.

—No, que harémos otra cosa mejor y más bonita, dijo Federico; un palanquin, parecido á los de Persia, ó como se usan en América.

—Y que suponen esclavos para su conduccion, añadió en seguida Ernesto; en ese caso no conteis con mis hombros.

—No te apures por eso, hijo mio, respondió la buena madre; jamás os tomaré por mis esclavos, ni permitiré que me lleveis en palanquin, porque de seguro me dejariais caer; y si alguna vez, por necesidad, consiento en aprovecharme de la máquina que proyectais, será cuando ya se haya encontrado el medio de que la sostengan portadores de más resistencia que la vuestra.

—A la verdad, dijo Santiago, que nos ahogamos en poca agua; ¿no tenemos á mano el búfalo y al toro? Tempestad, mi servidor, hará cuanto se exija de él; yo respondo de su buena voluntad, y creo que el toro no le irá en zaga: sus piernas no se doblarán fácilmente, é irá mamá como una princesa ó como el emperador de China, pues la pondrémos tambien un dosel con cortinillas para que pueda ocultarse cuando quiera. Pero ante todo debemos hacer el ensayo con la cesta, para ver el resultado.

Reíame al considerar el empeño que tenian en su proyecto, dejándoles á su albedrío.

Al sonido de la trompa acudieron al punto los dos animales: Santiago y Franz, cuya voz conocian, se encargaron de disponer lo necesario. Las pacientes bestias se prestaron á la ceremonia. Sus arneses se reemplazaron por un sistema