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CAPÍTULO II.

de aquellos lozanos y frondosos parajes, en cuyas orillas yacian restos del buque náufrago, é instónos á fijar los reales en aquel punto, donde hallaríamos abundante pasto para la vaca que se quedara en la nave.

—Poquito á poco, señor mio, interrumpí, todo se andará; díme primero si has encontrado rastro de nuestros infelices compañeros.

—Ninguno; pero en cambio, divagando por la campiña ha topado con una manada de animales como este, que de buena gana trajera vivo, segun lo mansos que parecen, si no temiera que se me escapase y perdiéseme tan buen hallazgo.

Ernesto, que durante la conversacion examinaba atentamente el animal, manifestó que era un agutí [1], y confirmando yo su aserto, lo explané añadiendo:

—Oriundo de América, este animal tiene sus vivares como el conejo, alimentándose con raíces de árboles, y dicen que su carne es muy sabrosa.

Trataba Santiago de abrir una ostra con el cuchillo y no lo conseguia; prevínele que las pusiese encima del rescoldo, y abriéronse todas á un tiempo, proveyéndonos así cada cual de cuchara. Despues de muchos ascos decidiéronse los niños á comer los mariscos, que por cierto les gustaron poco, y en seguida apresuráronse á meter las conchas en la sopa; pero se quemaban los dedos, y esto les causaba risa. Ernesto entónces muy ufano sacó su gran concha, que era mayor que un plato, y llenándola en parte sin quemarse, desvióse del corro aguardando á que se enfriase el caldo. Dejéle obrar, y cuando iba á sorber le atajé diciedo:

—Egoista, sólo en tí piensas; esa porcion debes cederla á los fieles perros que nada han comido, contentándote con hacer lo que nosotros.

La reconvencion surtió efecto, pues Ernesto dejó el plato á los animales, que al instante lo vaciaron; mas como ni con mucho les bastase, aprovechando nuestra distraccion dieron buena cuenta del agutí de Federico, quien se levantó colérico y dióles tales culatazos con la escopeta, que torció el cañon, persiguiéndoles á pedradas hasta que desaparecieron aullando desaforadamente. Fuí tras él, y cuando se le pasó la ira manifestéle el disgusto que nos habia dado á mí y su madre, sin contar la pérdida del arma, que tanto podia servirnos, y la mayor y hasta probable de aquellos dos fieles guardianes. Reconoció Federico la falta, y con humildad me pidió perdon por su arrebato.

En esto el sol iba ya desapareciendo y la volatería agrupándose junto á nosotros, á la cual repartió mi esposa algunos puñados de grano que sacaba del talego que se llevara del buque. Alabé su prevision, advirtiéndola empero que qui-

  1. El agutí pertenece al género de los roedores que comprende tres especies conocidas: el agutí propiamente llamado, el acuchí y el agutí moñudo. Es un hermoso animal casi igual en tamaño y forma al conejo, y se cria en la América Meridional, en las Antillas y en Méjico; es montaraz, se alimenta de fruta y cortezas de árboles, y se alberga bajo los troncos N. del T.