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CAPÍTULO XXXII.

la ó cualquier clase de filamento ó tejido, lo miraba como un nuevo tesoro para sus futuros proyectos.

Entre el estiércol del palomar, que empleábamos para abonar las tierras, encontrábamos de vez en cuando nueces moscadas. Las palomas de las Molucas eran generalmente los portadores de tan selecto aroma. Lavámoslas bien, y se sembraron á la ventura, por si la casualidad nos deparaba cosecha de tan apreciable especia.