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EL ROBINSON SUIZO.

—Pues si eso es cierto, respondió Ernesto, benditos sean los monos que nos han puesto en posesion de tan preciosa alhaja de mandarines.

—Bendícelos cuanto quieras, añadió Federico, que yo los maldigo de todas véras; ¡así no quedara uno por muestra! Aun falta lo mejor, papá. Despues de recoger las dichosas raíces, nos dirigímos á los árboles de la goma. Las calabazas estaban llenas, las vaciámos en otras más adecuadas para traerlas, y como el sol aun estaba bastante alto, se nos antojó llegarnos á ver qué tal lo pasaban sus colonos. Pero ¡qué lástima! ¡el alma se me cayó á los pies! ¡La casa en el mayor desórden y casi por tierra; las cercas arrancadas de cuajo, y las tablas esparcidas por todos lados; muchas de las gallinas muertas; las cabras y corderos dispersos, y por todas partes ruina y devastacion! ¡Nuestro bello establecimiento, aquella granja modelo habia sido saqueada y quedado por de pronto inservible; y todo, todo causado por los malditos animales que tú bendices! ¡Ah! cuánto me arrepentí entónces de la consideracion que poco ántes tuve en dispersar á esos perversos de la manera tan humana que lo hice, y no á tiros para que pagasen con la vida los daños que acababan de causar! Pero como ya no tenia remedio, en vez de lamentaciones inútiles procurámos reparar el daño en lo posible. Apriscámos como Dios nos dió á entender los pobres animales, que asustados vagaban errantes por las inmediaciones, que acudieron á nuestra voz; arreglé la puerta y las brechas del cercado, y en vez de descansar un rato y tomar siquiera un bocado en aquel albergue cuya devastacion nos partia el alma, dímos la vuelta por el Lago de los cisnes. Allí fue donde el águila apresó el pájaro que V. ve, y cuando la bandada estuvo cerca, conocí que eran grullas tan espesas que casi oscurecian el sol. Al principio las vímos posadas en el suelo cerca de nosotros, y ya esperaba hacer un buen agosto; mas al percibirnos, alzaron el vuelo á una altura prodigiosa. Solté el rapaz, por no perder el viaje y traer siquiera una muestra.

Sin más que hacer y creyéndonos suficientemente recompensados con el hallazgo de las raíces y demás riquezas que habíamos conquistado, pesarosos con la devastacion de la granja, y más el mal rato que iba V. á pasar al saberlo, dímos la vuelta y hénos aquí.

Federico concluyó su narracion.

La noticia que nos dió puso á todos de mal humor. Desde entónces resolví hacer tan grande escarmiento con esa raza de semi-hombres, que les dejase atemorizados, en términos de comprender con su instinto que se las tenian que haber con quienes podian y sabian más que ellos, pues de esto pendia la conservacion de cuanto emprendiésemos en la isla. Consolé á los niños prometiéndoles que pronto se repararia el desórden, y que para prevenir la vuelta

    firmado en Europa las maravillosas propiedades que los chinos la atribuyen y de las que se hace cargo como ciertas Mr. Wiss. (Nota del Trad.)