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EL ROBINSON SUIZO.

giendo á veces leguas cuadradas de extension y varios metros de profundidad, los cuales abandonan el mar Glacial, extendiéndose por la superficie del Océano para desovar en sus costas. Siguen á estos enjambres errantes peces grandes como salmones, doradas y otros por el estilo, que en la travesía consumen gran parte de la emigracion; las aves de rapiña y los mónstruos marinos merman igualmente el apiñado ejército, atacándole unos bajo las olas, y arrebatándole otros del agua causándole infinitas víctimas. Siempre perseguido por estas dos clases de enemigos, sigue sin embargo su camino la compacta columna de arenques hasta dar con su más temible y diestro adversario, el hombre, en cuyas manos caen la mayor parte de los que hasta entónces han podido librarse de sus perseguidores. Parecia que con tantos medios y ocasiones de aniquilamiento se hubiese ya extinguido esta raza; pero la Providencia que á todo atiende, y en particular á la conservacion de las especies, ha dispuesto que cada hembra fecunde al año de cincuenta á sesenta mil huevos. Otro pescado hay además destinado como el anterior por la naturaleza al mantenimiento del hombre: es el bacalao, que contiene cada uno más de tres millones de huevos.

Durante estas explicaciones, el escuadron resplandeciente como si le cubriera un pulimentado arnes de plata, penetró en la bahía dejando asombrados á mi esposa é hijos al ver tan prodigiosa muchedumbre de peces hacinados.

—No perdámos el tiempo en admirarlo, dije, y pues la Providencia nos envia estas riquezas, vale la pena de aprovecharlas.

Mandé á buscar los útiles necesarios, y comenzó la pesca. Federico y Santiago entraron en el agua, y tal era el espesor del banco, que sin necesidad de red, con las manos, pañuelos y de cualquier manera cogieron multitud de peces que iban arrojando á la arena; mi esposa y Ernesto provistos de cuchillos los iban abriendo y depositando en barriles despues de salados. Yo era el encargado de colocarlos formando círculos con las cabezas al centro y capas intermediadas de sal, hasta que se llenaron los cascos. Cubrí la última capa con hojas de palma, despues con un pedazo de lona, y luego con tablas encima de las cuales puse una gran piedra para que sirviese de prensa. Cuando un barril estaba lleno, el asno guiado por Franz lo conducia al almacen. Al cabo de algunos dias, cuando la pescada se impregnó de sal y se redujo á una masa compacta, cerré los barriles, calafateando las rendijas con estopa y arcilla, y los trasladé á la cueva contento y satisfecho de haber logrado esta nueva y abundante provision para el invierno.

Los desperdicios del pescado que se arrojaron al mar para no infectar el aire atrajeron á la bahía una bandada de lijas ó perros marinos de los que matámos hasta una docena, cuyo pellejo y grasa reservámos, el primero para curtirlo y la segunda para convertirla en aceite para las lámparas, economizando así las bujías; los perros, el águila y el chacal se aprovecharon de la carne [1].

  1. La lija ó perro marino, Scillium, pertenece al género de los condropterigios cetáceos su