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EL ROBINSON SUIZO.

de admirar su natural belleza. Alguno que otro trozo de la materia salina quizá deprendido de la bóveda yacia en el suelo, y temiendo que cayesen otros de arriba ó de los lados, desde la entrada disparámos varias veces las carabinas con el fin de que se desprendiesen los fragmentos que estuvieran dispuestos á caer por la gravedad de su peso. Con igual objeto reconocímos la solidez en varios puntos que no parecian muy firmes hasta quedar persuadidos de que podíamos habitar sin riesgo la magnífica morada con que la naturaleza nos brindaba.

Quedó pues resuelto que miéntras durase el buen tiempo dormiríamos en Falkenhorst, y lo restante del dia se pasaria en Zeltheim como centro de operaciones, trabajando incesantemente en la cueva hasta convertirla en habitacion definitiva, clara, templada y cómoda.

Para disponerla del modo más conveniente admití el parecer de todos, y aprovechando las opiniones más acertadas, al dia siguiente volví á Zeltheim con los niños para ponerlos en ejecucion.

Comenzámos por arreglar la boca de la gruta, á la que provisionalmente se adaptó la puerta de la escalera de Falkenhorst, tratando de reemplazarla en adelante con otra más sólida para impedir la entrada á los salvajes, si es que alguna vez parecian. Dividímos luego el interior en dos partes, la de la derecha para habitacion nuestra; en la de la izquierda estarian la cocina, el gabinete de estudio y las cuadras, y el fondo quedó reservado para bodega y almacenes. Creyendo, y fundadamente, que dando ventilacion á la cueva la masa salina se endurecia más con el contacto del aire, y que era preciso dar paso á la luz para que no pareciese un subterráneo, comenzámos á abrir ventanas en la fachada, ajustando á ellas las mismas de Falkenhorst. Los departamentos del interior se subdividieron en cuartos diferentes por medio de tabiques de tablas, comunicándose por puertas. En la parte que debíamos habitar se hicieron tres aposentos: el del centro y contiguo á la cuadra, destinado á dormitorio para mí y mi esposa; el segundo, para comedor, y en el restante se colocarian los lechos de los niños; á la primera y última de estas habitaciones se les pusieron vidrieras, y el comedor quedó con una sola celosía. Cerca de la ventana de la cocina se construyeron hornillas, y practicando un agujero en la bóveda, que salia al exterior, una caña de bambú nos suministró la chimenea para dar salida al humo. Destinóse para taller el espacio suficiente á fin de emprender una obra considerable, y la cuadra se dividió en compartimentos para cada especie de animales, lo mismo que los almacenes, adaptados á las diferentes cosas que allí habian de custodiarse.

Estos trabajos tan varios y complicados, el trasporte de todos nuestros efectos, su colocacion ordenada y metódica, y el trastorno de una mudanza completa, en la cual todos teníamos que hacer de obreros, ayudantes y peones, nos ocupó mucho tiempo, fijando nuestra residencia en Zeltheim como base de operaciones. La sola idea de poder en adelante pasar cómodamente y de una manera