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EL ROBINSON SUIZO.

incidentes, como interrumpian la monotonía de nuestra existencia, se consideraban como verdaderas fiestas.

Tal era á corta diferencia el método de vida que llevámos durante el primer invierno en esta isla, y á pesar de que no fue muy riguroso el frio, al ver lluvias tan copiosas y continuadas echábamos de ménos la nieve y los helados ventisqueros de nuestra tierra. Diariamente observaba la atmósfera esperando que aclarase, y cada dia que trascurria acrecentaba la impaciencia, especialmente á mi esposa, que no obstante su predileccion por Falkenhorst, preveníame sin cesar que cuando llegase el buen tiempo tratase de construir una casa más sólida y abrigada, fuese donde fuese, ántes que pasar otro invierno como aquel. La experiencia triste por que atravesábamos me hizo conocer la justicia de su deseo.

Sin embargo, durante esta larga y forzada reclusion se emprendieron y acabaron algunos trabajos útiles, entre ellos una máquina para quebrantar el lino, que imperfecta como era llenó en lo posible su objeto. Consistia este ingenio en una larga cuchilla de madera, sujeta por un extremo á la mesa que subía y bajaba alternativamente como un martinete, agramando las aristas del lino y reduciéndolas á hilaza. Luego la emprendí con un cardador para separar la parte leñosa que en ella quedaba y dejarla en disposicion de poderse hilar. Si la cuchilla no me costó devanarme los cascos, no sucedió lo mismo con la carda, que requirió no pocos ensayos, hasta que dí en la dificultad. Reducíase el cardador á dos tablas de la madera más dura que encontré, la una con agujeritos, muy juntos y espesos, algun tanto sesgados para que no se deteriorase con el uso, por los cuales introduje clavos de cabeza chata sujetos por medio de una capa de cola fuerte que adhirió las dos tablas, dando por resultado una carda de fácil manejo, que hizo buen servicio. Mi esposa recibió ambas cosas con el mayor reconocimiento, si bien con la pena de no poderla emplear en seguida, porque el lino, que de prisa se habia almacenado, todavía no estaba bien enjuto, y por lo tanto tuvo que aplazar la faena, así como el hilado, para cuando saliésemos de la especie de calabozo en que estábamos sumergidos.

Las incomodidades y la precaria situacion en que nos encontrábamos nos obligaron á discurrir seriamente en edificar para el invierno siguiente una habitacion más abrigada y propia. A la verdad, con los escasos elementos con que contábamos, debia ser empresa larga y trabajosa en demasía, aunque no la creíamos del todo imposible. Este proyecto y los recursos para efectuarlo alimentó la conversacion por muchos dias; así se neutralizó el fastidio del presente, ocupada la imaginacion en el porvernir. A lo ménos lográbamos distraernos, lo cual ya era mucho.