Página:El Robinson suizo (1864).pdf/177

Esta página ha sido corregida
155
CAPÍTULO XXIV.

La familia acudió cuando ya éramos dueños del onagro, causando general admiracion su hermosa estampa que más se asemejaba á la raza caballar que á la asnal, emitiendo cada cual su parecer acerca del empleo que se daria al corcel; pero todo era prematuro. Con su natural arrojo Federico creyó que en el acto podia montarle, y le hice ver que no lo conseguiria sin domarle ántes, pues el animal era tan bravío que se enfurecia con sólo aproximarse cualquiera de nosotros, dando coces, saltos, y enseñando los dientes en actitud de embestir á cuanto se le pusiese delante. Por de pronto parecióme prudente dejarle en compañía del asno por algun tiempo sin que se le molestara, á fin de que la vista de un animal de su especie le fuése tranquilizando y consolando en su desgracia. En efecto, al dia siguiente al darle el pienso, la cautividad, la abstinencia y sobretodo sus anteriores esfuerzos le habian amansado en algun tanto. Satisfecho de este resultado, continué domesticándole con una paciencia que de seguro no hubiera tenido en Europa, y al cabo de un mes, depuesta su fiereza, estuvo ya en el caso de comenzar su educacion. Esta fue larga y dificultosa, acostumbrándose primero á soportar carga; pero ni esto, ni la falta de alimento, ni otros ensayos que discurrí pudieron reducirle á que aguantase ancas, y como deseaba convertirle en cabalgadura, no sabía como lograrlo, hasta que al fin recordé el medio que se emplea en América para domar los caballos montaraces, el cual puse en planta en seguida. Un dia, entre los muchos que más se oponia á dejarse montar, no obstante sus brincos y coces pude echarle los calzones encima, y así fuertemente con los dientes una de sus largas orejas hasta brotarle sangre. Esta prueba dió muy buen resultado, pue apaciguándose el bruto de repente se estuvo quieto. Averiguado el secreto y repetido algunas veces, ya pudo entrar sin dificultad en picadero; los niños lo fuéron montando, sobre todo Federico, que con la nueva cabalgadura iba y venía á galope por el camino de Falkenhorst más veloz que un rayo. Sin embargo, para mejor manejarle, ya que no podíamos acostumbrarle al bocado, encarguéle le acomodase su correspondiente freno y bridas, con lo cual alcanzó hacerle variar de paso y direccion como el mejor domador de potros.

Desde entónces el onago quedó considerado como uno de nuestros animales domésticos con el nombre de Leichtfuss (pié ligero), y jamás ha existido bruto que con más derecho mereciera esa denominacion por su velocidad en la carrera y resistencia.

Con el ejercicio de equitacion conseguí desarrollar más á mis hijos, cuyo desarrollo unido á su instruccion moral algun dia les permitiria brillar, si estaba de Dios que algun dia volviéramos á pisar la Europa.

Miéntras duró la enseñanza de Leichtfuss, que no bajó de tres á cuatro semanas, el corral aumentó con nuevos huéspedes. Las gallinas sacaron más de cuarenta pollos, que con el continuo pio y movimiento causaban la delicia de mi esposa, gratamente ocupada en cuidarlos, más satisfecha con su manadita que nosotros con el chacal, el águila, el mono y el onagro, que, segun ella, no servian mas