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CAPÍTULO XXII.

que sean de extrañas regiones, sino aun variar y modificar sus especies. Pero debeis tener presente que los árboles deben ser de igual naturaleza; por lo tanto no podria ingertarse un peral en un cerezo, porque el fruto del primero tiene pepita y el del segundo hueso, por cuya razon el cerezo puede ingertarse en un ciruelo, el peral en el membrillero, el albérchigo en un albaricoquero, etc.

Estas explicaciones abreviadas interesaron vivamente á mis labradorcillos.

—¿Pero cómo, preguntóme el discreto Ernesto que apuraba más la materia, se pudo concebir la idea del primer ingerto, puesto que ha dicho V. que cuantos árboles producen buenos frutos fueron sometidos á esa educacion prévia? ¿Dónde encontró el hombre la primera rama de buen fruto para ingerirla en las silvestres?

—La pregunta está muy en su lugar, respondí; sin embargo, es inexacto sentar como regla general que todos los árboles tengan precision de ser ingertados para producir buenos frutos, cuando sólo sucede con los de Europa, porque como su clima no es tan favorable como el de otras partes de la tierra, no produce naturalmente buenos frutos, miéntras que en otras regiones donde aun no ha intervenido la industriosa mano del hombre encontramos á cada paso bosques enteros de frutales, como cocoteros, guayabos, naranjos, etc., que deben sólo á la naturaleza su exquisito sabor y aroma. Arrancados estos árboles cuando tiernos de su suelo natal y trasplantados en Europa, son los primeros ejemplares que han tenido para ingertar los silvestres. Los horticultores conservan á este efecto planteles de arbolillos que llaman criaderos, semejantes al nuestro, de donde sacan las estacas cuando las necesitan.

—Ya se conocerá pues el orígen de todos los buenos frutos de Europa, exclamó nuestro doctorcillo.

—Casi todos lo son, respondí, y puedo satisfacer tu curiosidad. Los de cáscara dura ó de hueso, como la nuez, el almendro y el castaño son originarios del Oriente; el albérchigo vino de la Persia; la naranja y el albaricoque, de Armenia; la cereza que sesenta años ántes de Jesucristo no se conocia en Europa, fue traida del Ponto Euxino por el gloton Lúculo; las aceitunas vinieron de la Palestina: los primeros olivos se plantaron en el monte Olimpo y de allí se extendieron por Europa; los higos son oriundos de Lidia; la mejor ciruela, excepto algunas especies que se suponen indígenas, se debieron á la Siria; la pera, que los antiguos llamaban fruta del Peloponeso, la debemos á la Grecia; el moral, al Asia; y el membrillo, segun opinion comun, á la ciudad de Cidou en la isla de Creta. Se cree igualmente que la manzana llamada por los romanos epirótica ó asiria, es fruto natural de estas comarcas; pero estoy más por que tuvo origen en el Norte, donde todavía existen otros del mismo género que pueblan nuestros bosques y que jamás el arte ha mejorado. No pretendo decir que la Europa ha sido tan desheredada por el Criador en el reparto que hiciera de sus dones á todos los países de la tierra, y que si la mayor parte de los frutos conservan deno-