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EL ROBINSON SUIZO.

nester atarle: se acurrucó como un gato junto al seno de su amo, y los dos nuevos y fieros huéspedes pasaron la noche tranquilos. Contento el búfalo con el pienso de patatas que le habia tocado, se le arrendó á un árbol cerca de la vaca para que se acostumbrase á su vista. Los perros quedaron de centinela, y todos dormímos profundamente, en términos que nadie se levantó para atizar las hogueras, que al despertar encontrámos enteramente apagadas.

Al despuntar el dia nos levantámos todos listos y corrientes, y despues de un ligero desayuno, estaba ya para dar la órden de regresar á Falkenhorst, cuando supe que la familia lo habia dispuesto de otro modo.

—¿Pues qué, dijo mi esposa, despues que nos ha costado tanto trabajo derribar la palmera del sagú la abandonarémos sin sacar de ella partido? Lo digo, no sólo por la harina que contiene, sino que si logramos partir el tronco á lo largo, conseguirémos al mismo tiempo una canal para conducir el agua del arroyo á Zeltheim. ¿Qué te parece la idea?

—Tan acertada como todas las tuyas, la respondí; y aunque la ejecucion no me parece fáci, sin embargo lo probarémos.

En efecto, la palmera, derribada por consejo de Ernesto, segun tuve lugar de convencerme, era de las que llaman sagotales, cuya médula debia contener el precioso sagú que mi esposa deseaba emplear como pasta para sopa. No era en verdad corta empresa hender el robusto tronco de un árbol de setenta piés de altura y proporcionado grueso. No obstante, provistos de las escasas herramientas con que contábamos, nos trasladámos al sitio donde estaba, y tras cuatro horas de ímprobo trabajo, á pesar de su blandura, á fuerza de hachazos, é introduciendo luego cuñas en la hendidura que se iba haciendo, lográmos dividir el tronco por la mitad y sacar la médula harinosa, aunque mezclada con filamentos que impedian emplearla inmediatamente por mucho que lo desease mi esposa para hacer macarrones, pues debia prepararse ántes, operacion que nos veíamos obligados á aplazar por carecer de los utensilios necesarios. Lo más que pudo hacerse fue envolverla bien en un paño limpio para que no se ensuciase y colocarla en el fondo de la carreta. De todos modos, ya nos vímos desde luego poseedores de un alimento nutritivo y, en caso de apuro, capaz de suplir á los demás [1].

  1. El sagú que aquí se menciona es una fécula amilacea que se extrae de la médula de varias palmeras y especialmente del sagotal ó saguyero. Viene á Europa de las Islas Oceánicas ya preparada en globulillos de color blanco sonrosado, es inodoro, de sabor dulzaino, y como alimento agradable y ligero, muchos lo toman por sopa, y se recomienda especialmente para niños, ancianos y convalecientes, cuyas fuerzas digestivas se hallan debilitadas. El sagotal, que produce esta harina, pertenece á la familia de las palmeras, compuesta de tres especies que crecen aisladamente en los bosques de Asia, Africa y América intertropical, y de donde se arranca su fruto, que es alimento sano y agradable, fluye una savia que por fermentacion se convierte en licor alcohólico, que es el mismo que anteriormente cita el autor como descubierto por Ernesto y que tanto sorprendió á la familia (Nota del Trad.).