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EL
ROBINSON SUIZO.




CAPÍTULO PRIMERO.


Temporal y naufragio.—Salvavidas.—Balsa.


Despues de seis dias de temporal vino la aurora del séptimo á revelarnos nuestra precaria y aflictiva situacion: perdido el rumbo, embarazada la cubierta con los despojos de la arboladura y los aparejos, insuficientes las bombas para vaciar el agua que por todas partes embarcaba, la desmantelada nave á merced de las embravecidas olas corria á impulsos del huracan hácia el Sureste, siendo tal el desaliento y consternacion de tripulantes y pasajeros á tan desoladora escena, que nadie pensaba sino en encomendar á Dios el alma é implorar con fervientes votos su misericordia.

Al ver á mis cuatro hijos espantados y llorosos, díjeles:

—Valor, hijos mios, no lloreis, que Dios no permitirá que muramos si á su divina voluntad place; mas si por el contrario tiene decretada nuestra muerte, sometámonos humildemente á sus altos designios, con la esperanza de encontrarnos en el cielo y gozar juntos y para siempre la vida de los ángeles.

Noté que mi animosa mujer, aunque enjugándose furtivamente una lágrima, procuraba tranquilizar á los niños que en torno suyo se acurrucaban. El lastimoso cuadro que presentaba este grupo para mí tan querido, y la idea del peligro que les amagaba, desgarrábanme las entrañas. Hincámos las rodillas, inundándoseme el corazon de consuelo al escuchar las palabras de mis tiernos hijos, por las cuales comprendí que tambien sabian fortalecerse con la oracion, siendo notable la de Federico, quien, sin acordarse de sí, rogaba al Señor que se dignase salvar la vida de sus padres y hermanos.