Página:El Robinson suizo (1864).pdf/151

Esta página ha sido corregida
133
CAPÍTULO XX.

na y contempla, y así es como casi exclusivamente le debemos los más preciosos descubrimientos con que la Providencia nos ha favorecido. Desconfiad, queridos mios, proseguí, y por Dios no deis entrada en vuestros pechos al espíritu de envidia y rivalidad que tiende á desarrollarse entre vosotros, y que os hace desatender lo que no está á vuestro alcance. De esa manera os exponeis á mostraros injustos á cada paso, y lo que es aun peor, ingratos. Bien unidas y conformes vuestras buenas cualidades respectivas, y confundiendo, por decirlo así, en un solo y compacto grupo todas las facultades físicas é intelectuales, es como lograréis triunfar siempre de cuantos obstáculos se presenten y tengamos que vencer en nuestro aislamiento y soledad. Espero que en adelante Ernesto sea la cabeza y vosotros los brazos de la colonia. Para él, el pensamiento; para vosotros, la accion. Pero ante todo, unidos siempre; en la union consiste la fuerza.

Durante mi pequeño sermon que creí oportuno en aquella coyuntura para cortar de raíz un mal gérmen que descuidado hubiera sido dificil de extirpar, Ernesto permanecia impávido, sentado en la palmera y como esperando algo, que desde abajo no podia distinguirse.

—¿Qué diantres estás haciendo? le dijo Federico en tono formal, ¿nos vas á echar algo más de los palmitos?

—Nada de eso, respondió riéndose; únicamente espero traeros con qué remojarlos, un vinillo excelente que juzgaréis luego; pero lo malo es que va más despacio de lo que deseo.

Al oir esto noté en el auditorio nueva incredulidad y risas, aunque reprimidas, recordando mis anteriores palabras; pero Ernesto, para acallar á sus hermanos, se apresuró á descender, y una vez en tierra, tomando la taza de coco vertió en ella un licor transparente y sonrosado del que estaba medio lleno el vaso de hojalata que se llevara. En seguida con ademan atento me ofreció la taza, invitándome á probar el contenido. Era en efecto el víno que produce la palmera parecido al de Champaña y que conforta sobremanera cuando se toma moderadamente. Pasó luego la taza á su madre y despues á sus hermanos, que al probarle, avergonzados de las pasadas burlas dirigieron mil cumplidos y satisfacciones á Ernesto, á quien el voto universal de aprobacion y las caricias de su madre recompensaron ámpliamente la mofa de que fuera objeto.

El sol entre tanto iba declinando y se hacia preciso pensar en disponer la tienda para pasar la noche. Miéntras fijábamos las estacas y se ataba la vela que habíamos traido de Falkenhorst, el asno, que pacia tranquilamente al pié de un árbol, de repente echó á correr como asustado por aquellos campos, sin que nadie pudiera detenerle, y rebuznando espantosamente, dando saltos y repartiendo coces á derecha é izquierda, se internó en el bosque hasta que le perdímos de vista.

Sin comprender la causa del incalificable y súbito terror del cuadrúpedo, azuzé á los perros para que le persiguieran: hasta nosotros mismos fuímos de-