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EL ROBINSON SUIZO.

to regular. Al odre sustituí una gran calabaza dividida en dos mitades iguales, llenelas casi de nata, cerré herméticamente la vasija, y atando por sus cuatro puntas á otras tantas estacas fijas en el suelo un pedazo de lona cuadrado, coloqué en el centro la calabaza, encargando á dos de los niños movieran lenta y regularmente el lienzo, como si mecieran una cuna. Este ejercicio les sirvió de diversion, y al cabo de una hora de traqueteo, al abrir la calabaza encontrámos la nata convertida en manteca consistente y exquisita, que mereció la aprobacion de todos, reputándola como un nuevo regalo.

Pero era nada en comparacion de otra obra que emprendí, y que más de cuatro veces estuve por abandonar. Fue la construccion de un carro destinado á sustituir al trineo, que por su conformacion no podia servir para toda clase de terrenos, y con especialidad cuando eran escabrosos. Eché á perder mucha madera, y al fin, al cabo de muchos dias de trabajo y de estropearme las manos poco acostumbradas á manejar el hacha y la azuela, obtuve un carreton informe de cuatro ó cinco piés de longitud y anchura proporcionada, al que adapté dos ruedas de una cureña de los cañones del buque, con una baranda de cañas de bambú para sostener la carga. Aunque tosco, pesado y mal perjeñado, aquel vehículo nos prestó grandes servicios en lo sucesivo.

Miéntras así me ocupaba en el acrecentamiento y mejora del ajuar, mi esposa é hijos no estaban ociosos. Sin más que vigilar de vez en cuando y dirigir sus trabajos, fuéron poco á poco hermoseando los alrededores de la habitacion, trasplantando del criadero, donde provisionalmente yo los pusiera, los árboles de Europa procedentes del buque, colocándoles con inteligencia en parajes donde prosperasen más segun su naturaleza. La parra, por indicacion mia, se plantó al pié de nuestro gran árbol para que sirviese de enredadera y nos guareciese de los rayos del sol; los castaños, nogales y cerezos se plantaron en dos hileras, formando calle desde el Puente de familia á Falkenhorst. El centro de esta alameda, destinada á paseo, se dispuso lo mejor posible, arrancando la yerba, nivelando el piso y construyendo con grava y arena que el arroyo proporcionaba una calzada sólida y permanente, con poyos de trecho en trecho para descansar.

Como la naturaleza habia desheredado la residencia de Zeltheim, nuestros esfuerzos se dirigieron á mejorar y embellecer este punto, que podia llegar á ser un sitio de refugio en caso de peligro. A fin de conseguirlo, nos trasladámos allí por algun tiempo. Para suplir la aridez que allí reinaba, guardando siempre cierta simetría agradable á la vista, se plantaron los árboles que más calor necesitaban, como cinamomos, limoneros, manzanos, granados, alfónsigos, almendros, morales e higueras chumbas. Con esto varió completamente el aspecto de aquel suelo agreste y desolado, convirtiéndose en ameno y florido vergel la estéril y abrasadora playa que allí ántes se encontraba. A más, como Zeltheim para nosotros no era solamente un sitio ameno, sino lugar de asilo en caso de necesidad, don-