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EL ROBINSON SUIZO.

blanco me hicieron presumir que aquellos árboles serian verdaderos sagotales; y para cerciorarme, hice con el hacha una cortadura ó incision en uno de los troncos que el viento habia derribado, y encontré dentro una médula blanca harinosa, que era efectivamente el tan celebrado sagú, que de las Indias se transporta á Europa [1]. Gozoso con el descubrimiento, como con cualquier otro que se relacionase con nuestra subsistencia, entre mi hijo y yo acabámos de abrir el tronco en toda su longitud, y sacámos cerca de veinte y cinco libras de tan preciosa fécula. Esta tarea nos ocupó más de una hora; y como el hambre y la sed nos aquejaban, y era menester pensar en el retorno, juzgué prudente fijar allí el límite de nuestra investigacion. Nos encaminámos hácia el mar, y atravesando el promontorio ya conocido, nada nuevo encontrámos sino lozana y rica vegetacion por todas partes; los mismos sitios ya vistos, la misma soledad, y ninguna huella que revelase la existencia de algun sér humano. Volvímos por donde habíamos ido, llegando al Bosque de las calabazas en que dejáramos las provisiones. Nos detuvímos en él para comer y reposar un rato; y despues de colocadas en el trineo nuestras riquezas, y de uncir el asno al vehículo, emprendímos el camino de Falkenhorst, reuniéndonos á poco con la familia que nos aguardaba, inquieta por tan prolongada ausencia.

Al vernos mi esposa sin la menor novedad, recibió como un especial favor la nueva harina que la traíamos. El lindo papagayo encarnado y verde que Federico puso de manifiesto; la historia de las aves que vivian en sociedad; la del gallo silvestre, y sobretodo, la del cautchú, que con el tiempo nos proveeria de calzado impermeable, y lo demás ocurrido, fue el objeto de conversacion durante la cena que no tardó en ser servida. La buena madre no se cansaba de dar gracias á Dios por sus inefables bondades, prestando particular atencion sobre las bayas de cera, contenta con la idea de tener al fin luz para las veladas.

Despues de la cena, y al cerrar la noche, subímos á la habitacion aérea, y retirando la escala como de costumbre, nos entregámos al apetecido descanso.



  1. Más adelante vuelve á hablar el autor de este árbol y de su preciosa fécula y allí daremos una sucinta explicacion en otra nota (Nota del Trad.).