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EL ROBINSON SUIZO.

hacha para separar los bejucos y demás maleza que cerraban el paso al vehículo. El calor se iba haciendo insoportable por falta de ventilacion, y asi caminábamos silenciosos y cabizbajos, impidiéndonos la sed que nos secaba las fauces el uso de la palabra. Ernesto, ocupado siempre en sus observaciones, que nos seguia á alguna distancia, nos hizo detener de pronto exclamando:

—Alto. ¡Otro nuevo é importante descubrimiento!

La caravana se paró, y acercándonos á Ernesto, este nos mostró, entre la maleza que se acababa de cortar para abrir paso unos bejucos de cuyo tallo manaba agua pura y cristalina; era en efecto la planta preciosa llamada bejuco de agua, que en América es un recurso precioso para apagar la sed de los cazadores. Trasportado de júbilo mi hijo por su hallazgo, tomó una taza de coco, la llenó de esta agua que brotaba de los tallos como el caño de una fuente, y corrió á ofrecerla á su madre, asegurándola que podia beberla sin reparo. La pobre, lo mismo que nosotros, estaba sedienta, y este don inesperado nos vino de molde.

—¡Ahí teneis, amigos mios, dije á todos, lo sabia y acertada que es la Providencia de Dios! Ordinariamente crecen estos bejucos en los sitios más secos y desprovistos de agua. Pues bien, el Señor la ha depositado en esas plantas para que el hombre que atraviesa esos desiertos pueda apagar su sed. Démosle pues gracias por ese nuevo beneficio, agradeciendo al propio tiempo el afan investigador de Ernesto; pues á no ser por él, quizá nadie hubiera reparado en este bien.

Refrigerados por la bebida, y con nuevas fuerzas para andar, torciendo un poco á la derecha, llegámos al Bosque de las calabazas y sitio en que nos detuvímos en otra ocasion. Federico, que se acordaba de cuanto le dijera al pasar por delante de tan extraños árboles, cuyo fruto sale del mismo tronco, repitió la leccion á sus hermanos, explicándoles el uso que se hacia de estas calabazas, y el partido que de ellas sacaban los salvajes de la América, así como los negros que no tenían otra vajilla; y uniendo la teoría á la práctica, comenzó á cortar y modelar algunas, labrando para su madre, que estaba cada vez más asombrada, varios utensilios que la agradaron muchísimo, tales como un canasto para los huevos, y una espumadera para sacar la nata de la leche.

A la sombre de estos árboles hicimos alto tanto para descansar como para comer, porque el hambre comenzaba á sentirse más de lo regular. Con la provisiones que traíamos y que se tendieron sobre la yerba, quedó satisfecho el apetito. Santiago bien hubiera deseado que se encendiese lumbre para cocer en una calabaza y asar luego el cangrejo al estilo de los salvajes, valiéndose de las piedras candentes en vez del fuego; pero, á más de los preparativos que esta operacion requeria, la incertidumbre de si gustaria cocido de esta manera, y sobre todo la falta de agua, le hicieron desistir de su proyecto.

Ernesto, que no se amañaba, ni adelantaba gran cosa en hacer platos y escu-