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EL ROBINSON SUIZO.

correspondió al saludo agitando su pañuelo; Franz se quedó estático contemplando el buquecillo.

Cuando por fin atracámos á la roca que nos servia de muelle, y junto á la cual quedaba aun agua suficiente para que la pinaza flotase, madre é hijo nos salieron al encuentro.

—¡Bien venidos seais! nos dijo la primera. ¡Y á qué ha venido espantarnos con vuestra artillería! Creí que el casco entero del buque habia volado por completo; pero, gracias á Dios, os veo sanos y salvos.

Federico entre tanto tendió la plancha, y mi esposa pasó por ella á visitarnos. El asombro no la cabia en el cuerpo, todo lo alabó, todo lo admiró, y más que nada nuestro valor y perseverancia.

—¡Cuánto habréis trabajado, amigos mios! dijo; pero no os imagineis que durante vuestra ausencia mi hijo y yo hemos permanecido ociosos; y si no nos es dado anunciar nuestras obras del modo tan estrepitoso como lo habeis hecho con las vuestras, á los buenos platos de legumbres y verduras que á su tiempo aparecerán sin ruido y recrearán vuestro paladar, se les concederá tambien su mérito. ¿Quereis ver lo que hemos hecho? Pues seguidme.

La invitacion no podia venir de mejor parte para excitar la curiosidad que nos prometia. Salímos del barco que amarré fuertemente á la costa, y seguímos á la buena madre que nos condujo al pintoresco sitio donde el Arroyo del chacal se precipitaba formando cascada. Allí nos hizo ver, abrigada del viento del mar por las rocas, una magnífica huerta dividida en cuadros separados por bien alineados senderillos.

—Hé aquí, dijo mi esposa, mi obra, mejor dicho, nuestra obra, añadió con cierta especie de orgullo abrazando á su hijo Franz, porque este niño que veis ha trabajado en ella casi tanto como yo. Esta tierra ligera que pisais, que no es sino un abono de vegetales descompuestos, yo la he labrado fácilmente. Aquí he sembrado patatas, allí raíces de yuca, acullá guisantes, habas y lentejas. A este lado, repara y verás otros cuadros que contienen toda clase de ensaladas, rábanos, coles y otras berzas de Europa. A la izquierda queda reservada una parte para las cañas de azúcar, donde por de pronto he trasplantado las piñas de América y sembrado pipas de melon que medrarán; y para concluir, al rededor de cada plantacion la tierra encubre abundantes granos de maíz, cuyas altas y espesas cañas resguardarán las tiernas plantas de los ardores del sol.

No encontré palabras bastantes para felicitar su laboriosidad y exquisita prevision. Estaba asombrado y apénas daba crédito á mis ojos. No cabia en mi cabeza que una mujer y un niño de edad tan tierna como Franz hubieran podido en tan corto tiempo y con solos sus recursos efectuar empresa semejante, y sobretodo con tanta reserva y discrecion.

—Te confieso con franqueza, díjome mi esposa, que al comenzar esta faena, no creí poderla terminar tan felizmente, y por eso nunca te he hablado de