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CAPÍTULO XV.

te no dejaron ni chispa. Esto me demostró el buen éxito de mi experimento; sin embargo, quise aguardar algun espacio más de tiempo el efecto, y suspendiendo por un rato los trabajos de panadería, nos pusímos á almorzar las patatas que mi esposa habia tenido la precaucion de cocer. Miéntras estábamos en la mesa, la yuca y sus diversas preparaciones fueron naturalmente el objeto de la conversacion. De aquí se siguió hablar de los venenos, sus diferentes especies y efectos, y acerca del particular previne á todos que en la isla donde estábamos quizá podrian encontrarse con uno de los más violentos, el fruto de un árbol llamado manzanillo, cuyo aspecto es seductor y parecido á una manzana, y hasta hay quien asegura, añadí, que basta dormir bajo su sombra para causar la muerte [1]. Por lo mismo volvíles á recomendar lo que tantas veces repitiera, de que no tocasen ni probasen fruto alguno sin enseñármelo antes.

A más de las patatas, presentónos mi esposa un pinquino asado. Su carne por casi unanimidad fue desechada como detestable; Santiago la probó únicamente por no desairar su caza.

Al levantarnos de la mesa fuímos á reconocer los animales en los cuales se hiciera la prueba de la yuca. Santiago silbó á Knips, á cuya señal en tres saltos bajó el mono de un árbol donde quizá estaba dando cuenta de algun nido. Mi esposa llamó á las gallinas, las que encontrámos sin la menor novedad, lo que nos acabó de convencer que el cazabe habia perdido enteramente cuanto pudiera contener de nocivo. Entónces no tuve reparo en conceder á los niños la satisfaccion de hacer tortas y comerlas. Se encendió de nuevo el fuego y se caldearon las planchas de hierro. Miéntras tanto deshice los panes de cazabe y desleí la harina en leche. A cada uno de mis hijos dí una escudilla de coco llena de esta especie de masa líquida, previniéndoles que imitaran lo que me viesen hacer; tomé una cucharada de aquella papilla y la eché sobre la plancha caliente; cuando la masa se fué hinchando y tomando color de un lado, la volví del otro con un tenedor, y á poco nos encontrámos con una porcion de panecillos muy doraditos por fuer y cuyo exquisito sabor corria parejas con su buena traza, sirviendo de delicioso regalo para la familia. Los pinquinos, los patos, las gallinas y el mono participaron tambien de las primicias del nuevo pan, pues mis aprendices tahoneros dejaron quemar algunas tortas, que á los animales les supieron grandemente.

Quedó resuelto desde entónces el cultivo de la yuca, que iba á constituir en adelante uno de nuestros principales alimentos.

El resto del dia se pasó en hacer algunos viajes á la playa y conducir en las

  1. Esta planta tan temible es de la familia de las euforbiáceas. Su especie típica es originaria de las Antillas, y sobre sus propiedades deletéreas hay diversidad de opiniones; pero más ó menos exageradas, todos convienen en que son sobremanera nocivas (N. del Trad.).