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CAPÍTULO XV.

estaban los pinquinos aun quietos y como atontados; y á este quiero á este no quiero, comenzó á repartir palos á derecha é izquierda sobre aquellos imbéciles animales. En un santiamen derribó media docena, y el resto, estupefacto con tan brusca acometida, se echó al agua y desapareció en el instante á nuestra vista. No pude ménos de reprender á mi hijo por su precipitacion en arrojarse al agua con riesgo de ahogarse por tan poca cosa, pues la carne del pinquino, si bien de mucha gordura, no es manjar agradable [1]. A Federico no le agradó mucho la hazaña de su hermano, pues le impidió lucir su puntería; pero al fin se tranquilizó, recordando las de más valía que ya le habian acreditado.

Miéntras atábamos á la balsa las aves que solo estaban atontadas, otras se levantaron encaminándose con gravedad por la arena hácia el mar; á lo cual nos opusímos: Federico las echó mano fácilmente, y las ató por las patas para que no se volviesen á menear.

Una vez desembarcados repartímos entre todos la carga, sirviéndonos desde luego las carretillas de mano, donde se colocó lo más fácil de llevar, sin olvidarnos de la caldera, los ralladores de tabaco, las sartenes y cacerolas, las planchas de hierro, y encima de todo los pinquinos de Santiago, dejando lo demás para otro viaje; y echando cada cual mano á su carretilla, nos encaminámos hácia Falkenhorst.

Cuando llegámos cerca, los dos perros salieron á recibirnos manifestando tan á las claras su alegría al vernos, que á fuerza de caricias derribaron al suelo al pobre Santiago, que no pudo contenerlos. Mi esposa, Ernesto y Franz, que venian detras, nos salieron al encuentro. Todo cuanto traíamos fue objeto de prolijo exámen. Mi esposa aplaudia sobretodo el hallazgo de las carretillas, y se chanceó un poco al ver los ralladore de tabaco y las planchas de hierro cuya aplicacion ignoraba; mas como yo tenia mi proyecto en ciernes, la dejé reir sin aclarárselo hasta que llegase la ocasion.

Los niños se entretenian con los pinquinos vivos, y con el deseo de agregarlos á nuestra volatería y se habituasen á la vida de corral, les encargué los fuésen atando por una pata á otra de uno de los gansos para que se domesticasen, formando sociedad con sus nuevos compañeros acuátiles, arreglo que estos no llegaron á comprender aunque no mostraron oposicion.

Mostróme mi esposa gran cantidad de patatas que recogiera durante mi ausencia, así como otras considerables raíces, iguales á las que el dia anterior habia yo anunciado ser de yuca. Ayudada por los niños, habia hecho la buena madre todo eso, y no pude ménos de elogiar como se merecia la actividad de todos.

—Más nos alabará V. despues, dijo Franz, cuando al volver del buque vea una huerta con maíz, calabazas y melones.

  1. El pinquino pertenece á la familia de las aves palmípedas ó zancudas. Llámanle tambien pájaro bobo por su poca malicia. Vive en los agujeros de las rocas y no fabrica nido. Se alimenta de pescados y plantas marinas (Nota del Trad.).