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EL ROBINSON SUIZO.

más interesante segun creo. He encontrado unas raíces que se parecen á los nabos; la planta más tiene aspecto de arbusto que de yerba. Aun no me he atrevido á probarlas, á pesar de haberlas visto comer á la marrana con mucha ansia.

—Has obrado cuerdamente, hijo mio, respondí, porque hay plantas que, sin ser venenosas para el puerco, pudieran ser nocivas para el hombre. Pero veamos ese hallazgo.

Examiné unas cuantas de aquellas raíces cuya forma y color las asemejaba á las remolachas.

—¡Qué fortuna, hijos mios! exclamé. Si la ciencia no me engaña en esta ocasion, creo que se ha alcanzado un descubrimiento de la mayor importancia, que unido al de las patatas, nos preservará para siempre de padecer hambre. Esta raíz, querido Ernesto, es la yuca, con la que en las Indias se hace una preparacion llamada cazabe. Comida en su estado natural como sale de la tierra, la yuca es un veneno y de los más activos; pero cuando por medio de la presion despide el jugo ponzoñoso que contiene, queda una fécula farinácea tan nutritiva como sustanciosa y agradable al paladar. De esto nos ocuparémos más tarde; lo que ahora urge es acabar de almacenar las provisiones y trasladar los demas efectos que quedan.

Volvímos con el trineo ó rastras á la playa para traer un segundo cargamento ántes de finalizar la tarde, miéntras mi esposa aderezaba la cena.

Por el camino Federico, á quien no se le olvidaba la tortuga, me preguntó algunos detalles sobre ese crustáceo, y por lo que yo sabía, y podia juzgar del que cogiéramos, informéle que no podíamos sacarle la escama trasparente conocida por concha, que tanto sirve para los objetos lujosos de arte, y que tan precioso producto se debia á otra especia de tortuga llamada carey, cuya carne no se comia.

Llegados donde seguian amarradas las dos balsas, trasladámos desde estas al trineo las cajas y paquetes que contenian nuestros propios efectos, los cajones de herramientas, ruedas de carro, rejas de arado, y otros objetos, sin olvidar el molino que creí de utilidad inmediata, despues del descubrimiento, presunto al ménos, de la yuca. Terminado el cargamento, regresámos con él á casa ya casi de noche; una cena exquisita nos estaba aguardando. Sentámonos á la mesa; la carne de tortuga asada y aliñada con su misma grasa nos pareció deliciosa, y las patatas cocidas y humeantes sustituyeron al pan. A los postres, mi esposa me dijo sonriéndose:

—¡Cuánto has trabajado, amigo mio, en estos dias! es preciso que te dé algo para reanimar tus fuerzas.

Se levantó en seguida y se dirigió á un rincon oscuro y fresco en busca de una botella y copas pequeñas que llenó hasta el borde de un vino de color de ámbar que á todos nos hizo catar. Era vino de Málaga, del más exquisito, descubrimiento que habia hecho la víspera paseándose por la playa, en la que ha-