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CAPÍTULO XIV.

saron de hacer preguntas acerca de lo que traíamos, y con especialidad sobre el contenido de las cajas de bisutería y alhajas preciosas que se quedaron en el buque. Cuando se persuadieron que habíamos preferido á estas otras cosas de infinito ménos valor, pero de mayor utilidad real y positiva, Santiago sintió que Federico no hubiera tomado siquiera algunas tabaqueras de oro y plata para las semillas que empezaba á coleccionar, y Franz añadió:

—¡Si al ménos me hubieras traido algun dinero, de tantos talegos como dices que habia, para comprar cuando venga la feria turrones y pan de higos!

Todos se rieron del pobre niño, y él mismo hizo lo propio, cuando cayó en la inocentada que se le habia escapado.

Al llegar á nuestra vivienda me ocupé como lo más urgente en separar la tortuga de su concha. Para facilitar la tarea, la volví boca arriba, y á fuerza de precauciones logré separar enteros el caparazon del peto. Corté entónces la carne que podia bastar á una comida, encargando á mi esposa que la cociese simplemente sin más condimento que sal; las patas, entrañas, cola y cabeza se dieron á los perros, y el resto de la carne se destinó para conservarla en salmuera.

Mi esposa, que no conocia este manjar, queria quitar toda la grasa verdosa y trasparente de que estaba llena la carne, por repugnarla su aspecto; pero me opuse manifestándola que era justamente lo más delicado y exquisito, como lo veria por experiencia. Creyóme, y se fué á la cocina con Franz para arreglarlo todo.

—Y ahora, dije á los niños, ¿qué harémos de esta gran concha?

—¿Me la da V., papá, para convertirla en un barquito que haré andar por el arroyo? ¡Qué bonito estará!

—Si me la dieran á mí, dijo Ernesto, la haria servir de rodela para defender mi cuerpo en caso de que nos atacasen los salvajes.

—Todos echais la cuenta sin la huéspeda, añadió Federico, y nadie se acuerda de que en buena ley el despojo de la tortuga pertenece exclusivamente al que la ha muerto.

—Y tienes razon, hijo mio, le respondí, tuyo es. ¿Y en qué piensas emplearlo?

—Para pilon de una fuente que tengo ideada construir cerca del arroyo y de nuestra habitacion para que mamá tenga el agua cerca siempre clara y cristalina.

—Bien ideado, hijo mio, eres el único que ha pensado en el bien general, y no en tu interes ó diversion particular. Pierde cuidado, yo mismo te ayudaré á hacer la fuente, cuando encontremos la arcilla que se necesita para construirla, la cual debe de existir por ahí cerca.

—¡Ya la tenemos, papá! exclamó Santiago, yo la descubrí ayer, y por cierto que al pisarla se me fuéron los piés y caí cuan largo era.

—Y yo, papá, tambien he hecho otro descubrimiento, dijo Ernesto, todavía