Página:El Robinson suizo (1864).pdf/103

Esta página ha sido corregida
90
EL ROBINSON SUIZO.

madías muy sólidas con troncos de árboles bien trabados, colocándolos encima de odres hechidos de aire, los cuales sostenian sobre el agua cualquier peso por grande que fuese. Verdad es que carecíamos de pellejos; pero sobraban barricas vacías, que llenas de aire y bien tapadas, podian servir lo mismo. En seguida comenzámos la tarea. Arrojámos al agua entre el casco del buque y la balsa hasta doce barricas bien tapadas y calafateadas henchidas de aire, sobre las cuales colocámos tablones horizontales y muy unidos para que formasen un plano, y otros perpendiculares al rededor formando muro para asegurar la carga, y así nos encontrámos con una gran balsa capaz de contener triple volúmen y peso que las tinas.

Necesitóse todo el dia para llevar á cabo esta construccion, apénas interrumpida para tomar un bocado de fiambre á la ligera debido á la solicitud de mi esposa que tuvo la prevencion de poner en los zurrones de caza. Cansados hasta más no poder, cuando llegó la noche nos retirámos al camarote del capitan, no sin haber recorrido ántes todo el buque y estar seguros de que no nos amenazaba ningun peligro inminente, y acostados en mullidos colchones de viento, dormímos perfectamente sin despertar hasta mucho despues de salir el sol.

Nuestro primer pensamiento al levantarnos fue dar gracias á la Providencia, que habia protegido nuestro sueño y reparado nuestras fuerzas para proseguir la comenzada tarea.

En seguida nos ocupámos en cargar la balsa. Por de pronto arramblámos con cuanto habia en la cámara que habitáramos ántes del naufragio, pensando en el gusto que tendria mi esposa en volver á poseer objetos que nos habian pertenecido. Lo mismo hicímos con el camarote del capitan en donde habíamos pasado la noche. No quedó rincon sin escondrijo del buque que no fuese escudriñado y recorrido. Puertas, ventanas, cerraduras, cofres y maletas llenas de buena ropa, que pertenecian sin duda á los oficiales del buque, todo fue declarado de buena prea, porque todo podia sernos útil con el tiempo. Aunque los pasajeros y tripulacion del buque naturalmente llevasen consigo los objetos más preciosos al trasladarse á los botes que fueron su sepultura, sin embargo, en el camarote del capitan encontré multitud de objetos preciosísimos, que aquel destinaba sin duda á los ricos colonos de la mar del Sur, en cambio de otros productos. Allí habia cajas de bisutería fina, de relojes, y otras joyas de oro y plata; talegos de moneda, y muebles de exquisito primor por su materia y hechura. Tentados estuvímos á cargar con todo eso; pero objetos de mayor interes se llevaron la preferencia. Unicamente permití á Federico tomar de una caja algunos relojes, ya para reemplazar el suyo, ya para regalarlos en tiempo oportuno á sus hermanos, y varios paquetes de cubiertos de peltre que debian acabar con el escrúpulo que tenia mi esposa de servirse de los de plata del capitan. Los cajones de herramientas del carpintero y armero del buque me parecieron más preciosos y preferibles para ser llevados, que esas brillantes bagate-