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—Enrique tercero està á tus puertas, respondieron desde fuera. Viajan apriesa los que viajan para ganar un trono. Abre tu puerta y sea de aqui en adelante tu orgullo entre los nobles, el que fuistes el primero á rendirle homenage á tu soberana en sus propios dominios.

A estas palabras el rastrillo fué levantado, las puertas inmediatamente abiertas y el señor del castillo con la cabeza desnuda, y la rodilla doblada recibiò al primero que entraba, quien despojándose de la oscura capa de camino y del sombrero de plumas, descubrió las hermosas facciones de Enrique de Anjou, rey de Polónia, y succesor del trono de Francia.

—Por san Denis mi señor Duque, es este un recibimiento algo fino en la frontera de mi propio reino, esclamó—Os pido perdon señor, pero estos son malos tiempos para los vasallos nobles de Francia. Los hugonotes están en movimiento, y estando ocupados en asuntos domésticos de la mayor importancia cuando vuestros caballeros nos llamaron, no estrañeis que nuestros sentidos no estuviesen tan claros como hubieran estado en otra ocasion.

—Asi parece señor Duque, replicó el soberano. Yo espero continuó el mortificado señor de Vandemont, que me hareis la justicia de creer.....

―Que no estais dispuesto á gastar hospitalidad con personas desconocidas, replicó el rey sonriéndose. Los dias caballerosos han pasado ya. Maldito sean estos hugonotes y sus predicadores. Podemos estarles agradecidos por este cambio, pero no os disculpeis mas, dadnos a probar vuestros pichones de Vandemont, Si es que no teneis cosa mejor en la despensa porque estamos tan hambrientos como sarracenos.

—Señor, replicó el Duque; somos un ramo jóven de la casa de Lorena, es verdad y por consiguiente nos tratamos pobremente como podreis suponer; pero gracias á Dios nuestra despensa esta noche puede proporcionar algo mas que pichones para la refaccion real.

―Os pido perdon! replicó el rey. Hablé en ese sentido solo para tranqnilizaros, en caso que hubieseis ya cenado, habiendo ya dado las ocho.

—Nuestra cena se dispuso por motivos domésticos para deshoras mas tarde de lo de costumbre, dijo el Duque con solemnidad, y si no me engaño ya está dispuesta y nos espera.

―­Con gusto participaremos de ella esclamó el rey.

Los platos que habian estado preparados para la boda fueron puestos en requisicion para satisfacer el apetito del rey y sus caballeros, todos agradablemente sorprendidos con un banquete que escedia á sus esperanzas, altamente cumplimentaron al Duque y á la Duquesa