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CAPITULO SEGUNDO


HISTORIA DEL SELLO ENCARNADO.


Habeis de saber ante todo, hijo mio, que he nacido en Brest; que principié por ser muchacho de tropa, ganando mi media racion y mi medio prset á la edad de nueve años, siendo mi padre soldado en las guardias.

Pero, teniendo una pasion decidida por la mar, una bella noche, mientras estaba con licencia en Brest, me ocultó en la bodega de un buque mercante que partia para la India. No me descubrieron hasta que estuvimos en alta mar, y el capitan entonces prefirió hacerme grumete á tirarme al agua.

Sobrevino la revolucion cuando ya yo había hecho alguna carrera en el mundo, puesto que era á mi vez capitan de un pequeño buque mercante, con el que había cruzado la mar por algunos quince años.

Como la ex­-marina real, (la vieja y buena marina) ¡vàlgame Dios! se encontró de repente desierta de oficiales, buscaron para reemplazarlos á los capitanes de buques mercantes. Habia yo tenido algunos negocios filibusteros de que podré hablaros mas tarde; me dieron el mando de un bergantin de guerra llamado el Marat.

El 28 de Fructidor ([1]) 1797, recibí órden de aparejar para Cayenne. Debia conducir sesenta soldados, y un desterrado que quedaba de ciento noventa y tres, que la fragata LA DECADA habia llevado á su bordo algunos dias antes.

Tenia órden de tratar á este individuo con miramientos, La primera carta del Directorio incluía una segunda sellada con tres sellos encarnados, en medio de los cuales se hallaba uno de descomunal tamaño.

Tenia prohibido abrir esta carta antes de llegar al primer grado de latitud Norte, veinte y siete ó veinte y ocho de longitud; es decir, cerca de pasar la línea. Esta carta tenia una forma particular, era larga, y cerrada de tal manera, que nada podía traslucirse, ni medio leerse entre


  1. Ultimo mes del año republicano.