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—Ya no hay remedio, todo acabó en el mundo para mi. Ay! ya no me queda ningun recurso, y tengo que someterme á la triste suerte que me espera como esposa del Conde de Brienne.

―No haras tal cosa, replicó Margarita.―La resistencia es ya inútil: el sacrificio es inevitable.

—No digas eso, hermana mia. Te queda aun el recurso de descubrir tu compromiso con otro, y apelar á la proteccion de la iglesia.

—Ah, Margarita! tú no sabes lo que ha ocurrido!....

—Si lo sé. Se que una gran matanza ha tenido lugar en el corral, y que grandes preparativos se hacen para una cena en honor de una boda que nunca se celebrará si muestras algun ánimo y enseñas tu contrato con Cárlos de Saline.

­—Cárlos de Saline! esclamó Luisa violentamente agitada. Ah! Margarita, no lo nombres. Es ya indigno de mi aprecio, y lo detesto mil veces mas que al Conde de Brienne. Ya no estoy ligada por ningun compromiso, hermana mia, porque he roto nuestro contrato de casamiento, al que él insolentemente ha llamado una niñeria, que ningun valor merecia, ¡y era para mi compromiso tan solemne!..... Ah, hermana!....

—¿Cómo, y cuándo ha ocurrido esto, Luisa mia?

—No me lo preguntes, Margarita; basta saber que aquel en quien yo fiaba para salvarme en la crisis de mi destino ha sido infiel, y que ya no me queda otro recurso mas que casarme con el conde de Brienne, y morir. Sosiegate, mi dulce Luisa; no te entregues á la desesperacion, ni créas que es preciso que porque el hombre que tu amabas ha sido infiel, destruyas para siempre tu felicidad casándote con el hombre que aborreces. No, no: sométete á mi dictámen, y haz al conde de Brienne sentir un poco del dolor que el infame Cárlos te ha hecho esperimentar. Mientras que las hermanas estaban asi conversando, Luisa fué llamada por su padre á quien encontró en íntima conversacion con la Duquesa, el Conde Brienne y el sacerdote de la familia.

―No te llamé á tí, dijo el Duque volviéndose á Margarita y mirándola enojado.

—Vine á sostener á mi hermana Señor respondió la doncella.

—Y á animarla para que permaneciese en la misma obstinacion supongo, dijo el Duque, pero sabed señoritas que ya no tolero por mas tiempo esta rebelion. Las luces están encendidas en el altar de la capilla; todo está dispuesto para el rito, y dentro de una hora tú, Luisa de Lorraine serás esposa del Conde de Brienne.

―Jamás entraré en la capilla con ese objeto, dijo Luisa sentándose resueltamente en el último escalon del dosel.

―Entrarás, respondió el padre cogiéndola por el brazo y forzosa-