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fundados pesares, y dándole constantemente nuevos asuntos para reflecsion, lograreis mostrarle que os mortifica con su melancolia.

El consejo parecia plausible; era en un todo conforme á la opinion en general, y la cariñosa esposa no creyó desdecirse de su suavidad y ternura, aparentando una ligereza estrema, y una severidad bien sostenida, que aun juzgándola de su deber, heria profundamente su sensible corazon.—El desventurado duque pronto descubrió la variacion, y sintió todo su peso. La existencia le era ya repugnante, y juzgando por el cambio en la duquesa creyó que á los demas tambien la repugnaba, atormentado por la cruel lucha, tomó veneno; pero no fué bastante eficaz, y vivió por aľgunos dias.

Entretanto el padre Gregorio tuvo ocasion de ir á negocios eclesiásticos á Roma, y sabiendo que se hallaba alli su discipulo, fué á visitarle, y lo halló regocijado con la esperanza de que en breve la muerte de Aletto le conseguiria el logro de sus deseos; pero aunque Hermann trataba de ocultar este triunfo secreto, el anciano tutor lo traslució; se recordó con temor de las muchas ocasiones en que habia observado el egoismo de su discípulo, y de los estraordinarios medios de que se aprovechaba para gratificar sus gustos, y se convenció que la causa de este placer interior tenia en sí algo mas que el gusto de un triunfo. Conversando astutamente con él encontró Gregorio que el espigon sobre que giraban sus pensamientos era el peligro del duque, y ocultándole sus sospechas se dirigió en busca del confesor de Aletto, un sacerdote de su misma órden. De él se enteró del mal del duque desde el triste principio que condujo á tan fúnebre resultado, y comparando sus respectivas nociones y conjeturas se convencieron de que el conde Hermmann era culpable, habiendo hecho el duque su victima por medio de la hechiceria.

Gregorio salió de Roma el dia en que el duque falleció, y el conde Herman fué aquella misma tarde preso por los familiares de la inquisicion. Sus descubrimientos al estar puesto al tormento, y la evidencia, y testigos que aparecieron en contra suya, jamas han sido revelados mas allá de los muros del santo oficio; pero fué declarado hechicero, y pronto despues fué condenado á las llamas, dejando á la posteridad sus confesiones (por escrito) de la manera en que regulaba los pensamientos y las pasiones de otros, un espantoso documento que formaba parte del manuscrito de Salvador Nienti.


FIN.