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hibia tratar de reanimar su marchito esplendor con especulaciones arriesgadas: sin embargo, tenia en su delicadeza una debilidad singular, y se hallaba bajo el influjo de un deseo mórbido de retener sus posesiones en su primitivo estado de perfeccion. Hermann imaginó que si él pudiera hacerle creer que su propiedad amenazaba una pronta ruina amargaria su felicidad. El método de que se valió para efectuar esto fué digno de ingenio satánico.

El duque y la duquesa dieron una flesta en su villa cerca de Civita Vechia, deliciosamente situada al margen de una llanura que se estendia con su alfombra verde esmeralda hasta llegar á las orillas del mar.

Este hermoso retiro se hallaba ricamente adornado con las mas bellas obras del arte, y especialmente con las producciones de los distintos pintores italianos, obras que su dueño idolatraba.

El tiempo durante la fiesta fué delicioso; todo fué alegria, música y goces; y el duque, envanecido con la aprobacion y los elogios de sus huéspedes, gozaba cual nunca habia gozado; pero el corazon de Hermann rebosaba de hiel. El duque observó la nube en su frente, y preguntó la causa.

—La pesadumbre de ver que la situacion de esta villa corresponde tan mal á los afanes y á los gastos, fué la respuesta; principia ya á decaer, y dentro de pocos años será un monton de escombros que quedarán como triste memoria de la pasada magnificencia del edificio.

El duque se burló de esta funesta insinuacion, pero su ingenioso enemigo habia ya empezada la obra de afliccion, y no desperdició ocasion durante los tres dias de la fiesta de fijar la atencion del duque aun con el mas leve defecto que podia descubrirse en la mansion y jardines, para ayudarse con estos para apoyar la veracidad de sus malignas insinuaciones. Tambien hizo observar al noble varias manchas en las pinturas, que alegó las producia el viento este, que viniendo desde la llanura las cargaba de tizones.

En esta maquinacion fué demasiado afortunado; antes de haberse concluido la fiesta el veneno habia hecho efecto, y el aprensivo duque veia desmoronado para siempre el edificio que tanto amaba, y las pinturas que idolatraba

Sin embargo, no consideró el mal irremediable; y los jardines eliseos fueron desmantelados, y muchos trabajadores en valde se esforzaban por cortar el progreso del tizon.

Tambien ingenieros fueron consultados, y aunque no consideraron el mal irreparable, sin embargo, su opinion no satisfizo al duque, y su indecision sirvió solo para aumentar sus temores. Hermann habiendo logrado destruir el goce que la vanidad y el orgulto del duque derivaban de su «villa fresca» volvió su malignidad á otro ingrediente que contribuia á su fencidad.