que bien pronto despues de su enlace falleció dejándolo padre de dos bellas hijas, Luisa y Magarita. Casóse segunda vez el conde, pero en esta ocasion la esperiencia le mostró la senda que debía seguir, y casóse con la heredera de una ilustre familia que le proporcionó las riquezas que apetecia, y el título de duque de Mercoeur, pero su nuevo enlace produciéndole una muy numerosa familia, en breve se halló tan embarazado con los cuidados pecuniarios, como se habia encontrado al tiempo de contraer su segundo matrimonio.
Causábanle aun mas ansiedad que sus otros hijos, las hijas de su primera muger, no teniendo medio alguno para conseguirles un bien estar, cuando su cuidadosa duquesa que veía con ojos celoso, el cariño de su marido por estas jóvenes tomó sobre sí, el trabajo de negociar un casamiento para Luisa con el poderoso Conde de Brierune, pariente suyo, Luisa tenía diez y ocho años, el conde cincuenta y cinco, y sin ningun atractivo en su persona y maneras, pero aunque hubiese sido el mas hermoso y noble de toda la Francia, Luisa lo hubiera tratado de la misma manera, porque su corazon tenía ya dueño.
Estaba (aunque en secreto) comprometido con el jóven conde Cárlos de Salina, á pesar de hallarse ambas familias opuestas al casamiento y este motivo incitándola á negar su correspondencia al novio que le proporcionaba su madrasta, se decidió á sufrir toda clase de persecuciones antes de renunciar al objeto de su cariño.
En esta decision estaba sostenida por su hermana Margarita que aunque teniendo un año menos que ella, poseía un carácter mucho mas decidido y enérgico. Luisa era, toda gentileza y dulzura, y aunque de estatura pequeña, mostraba su figura la gracia y simetria de una hada. Margarita era alta, majestuosa y aunque graciosa, podía decirse de ella que su andar y su aire eran el de una emperatriz.
Tambien tenía ella pendiente unos amores desgraciados porque era amada por Joyeuse, cuyo orgulloso padre para evitar su enlace con una hija de la casa de Lorena Vaudemont lo había desterrado á la corte de Polonia.
A pesar de esto, Margarita ni lloraba ni se desesperaba, confiaba ciegamente en la constancia de su amante, y no tenia mas que diez y siete años.
Fué, al observar las pálidas mejillas de Luisa y sus llorosos ojos, cuando ella por primera vez conoció la desdicha; porque Luisa confiaba todos sus pesares á su hermana y al descubrirle el estado de su corazon le pedía un amparo y consuelo y confiaba en que Margarita la sacaria de todas sus dificultades.
En la tarde memorable de que hablo Luisa entró en el aposento de su hermana y tirándose sobre el lecho, en acentos desesperados esclamó: