Página:El Pasatiempo.djvu/22

Esta página ha sido corregida
—6—

servaba en el mundo algo que amaba, y mi orgullo sufria cruelmente con la vergüenza: me pusieron en la misma cuadra con veinte y dos malhechores, entre los cuales habia dos asesinos; el escarnio era mi recompensa cuando oraba, y no pararon en esto, que me obligaron á blasfemar y cantar junto con ellos canciones obscenas. Las horas de descanso las empleaba aquella desalmada gente en referir la historia de sus pasa dos crimenes, y en discurrir el modo mas fácil y seguro de cometerlos en lo succesivo, cuando les fuese devuelta la libertad. En los primeros tiempos de mi encarcelamiento evitaba cuanto podia la companía de estos desalmados: pero necesitaba un comnpañero, y la barbarie de mis guardianes habia llegado al punto de separarme de mi fiel perro. Los penosos trabajos á que nos dedicaban debilitaron mi cuerpo, y juntamente con él enfermó mi alma; necesitaba consuelo, necesitaba misericordia, y ya que no pudiese conseguirla, compré á costa de los sentimientos buenos que aun poseia, una febril y pasagera animacion en el trato de los malvados que me rodeaban. De tal suerte me familiaricé con las mayores abominaciones, con las mas grandes inmoralidades, que al cuarto y último año habia pasado ya mi noviciado.

«Desde este tiempo mi deseo de libertad se igualó al de mi venganza. Odiaba á todos los hombres, porque eran mejores y mas felices que yo: me creia el mártir del derecho natural y la víctima de las leyes. Con concentrada rabia revolvia furioso mis cadenas, cuando veia el sol levantarse magestuoso é impasible á mi desgracia sobre los montes: la vista de un rico y variado paisage hace un infierno del estrecho y triste calabozo. El libre y aromado ambiente, la golondrina que se posaba en las rejas de mi ventana, me parecian burlarse cruelmente de mi esclavitud. Entonces juré odio eterno é irreconciliable á el género humano, y he cumplido este triste juramento.

«Mis primeros pensamientos asi que me vi libre, se dirigieron al lugar de mis deseos, y si bien es cierto que no esperaba hallar en él el bienestar de mi vida, al menos pensaba encontrar un abundante pasto á mi venganza. Los latidos de mi corazon, al ver salir poco á poco la iglesia del pueblo de detras de las copas de los arboles, no eran de gozo: la pura alegria que llena el alma al volver al lugar de nuestro nacimiento, la presencia de los objetos que primero conmovieron el corazon, quedaron sepultados en mi impureza. El recuerdo de las injusticias, de los desprecios que habia sufrido, se despertaron en mi alma; manaba sangre de todas mis heridas; apresuré el paso, y ya me regocijaba del terror de mi enemigo á mi inesperada aparicion: tanto ansiaba en aquellos momentos nuevas humillaciones, cuanto he temblado despues ante ellas.

«Pausa lam nte tocabal la so emne oracion las campanas de la iglesia, cuando llegué á la plaza del mercado: todos me reconocian, y todos