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―Si; una solamente.

―Mucho me lisongea.

―Pero señor, dijo Luisa, me libertareis del Conde de Brienne?

―¿No he ofrecido cortarle la cabeza á ese fastidioso?

—Todo lo que os pido es que os digneis prohibir el casamiento.

—Lo prometo. ¿Estás satisfecha? Tienes algo mas que pedir?

—Señor sois tan bondadoso que me envalentonais para implararos vuestro favor para hacerse efectuar el casamiento de Joyeuse con mi hermana Margarita.

—Están ambos convenidos?

—Se aman entrañablemente.

―Muy necios son. Y ¿qué obstáculo evita su union?

—La cruel oposicion de su padre, señor.

—Yo me comprometo á obtener su consentimiento.

―¡Que amable es vuestra magestad!

­―Y tú muy encantadora; dijo el rey sonriéndose. No tienes tú ningun asunto amoroso en el que pueda servirte de amigo? continuó lanzando sobre ella una mirada penetrante.

—Ninguno, replicó Luisa.

—¿Y no deseas casarte?

—No señor.

—A Dios por ahora: acuérdate que puedes fiarte de mí.

Luisa llevó la mano de su soberano á sus labios, lo saludó y se retiró.

El Duque de Mercoeur temiendo la resistencia de la novia fué él mismo en busca de ella, para conducirla à la presencia real.

Su porte sereno lo sorprendió, habiendo esperado hallarla en una desesperada agonia. Sin embargo, nada dijo, calculando que las nuevas y costosas alhajas que la Duquesa la habia regalado, habia sido el medio de reconciliar á Luisa en su casamiento con el Conde de Brienne. La cogió por la mano y la condujo á la capilla.

—Señor, dijo el Duque de Mercoeur conduciendo á la jóven á los pies de su soberano. Esta doncella es mi hija mayor á quien tengo el honor de presentaros.

—Luisa, haz tu homenaje á su magestad.

—Luisa se hubiera arrodillado y besado la mano del rey pero el monarca la detubo y la saludó en la megilla.

―Sois muy afortunado, mi señor Duque, en ser padre de una hija tan hechicera.