Hieyas Taketsio, Djiro-Sabouro-Moto-Nobou, Moto-Yasou-Kourande. Y por si esto no fuera bastante, después de su muerte, se le llamó Gonghen-Tosokou.
Antes del año 1600, un sólido castillo del siglo XIV se elevaba cerca de la bahía, y á sus pies unas cuantas aldeas de pescadores estaban diseminadas por la inculta llanura. El antiguo ministro de Taiko, Hieyas, fué quien, por consejo de su señor, construyó sobre aquel terreno abandonado una ciudad que erigió en capital después de haber usurpado el poder real. Su dinastía fué destruida por el mismo Mikado cuando, en el año memorable de 1868, quiso salir del éxtasis en que el Hijo del Cielo estaba sumido desde el principio de los siglos.
Este glorioso emperador que empuñó en sus manos viriles el cetro, tanto tiempo en poder de los shogounes, se llamó Mitsu-Hito, el hombre conciliador, y fué quien dió á su residencia el nombre de Tokio.
Tokio es una gran ciudad situada en el fondo de una bahía encantadora y que, sin ninguna fortificación, se extiende sobre una llanura ondulada de colinas. Las casitas con sus jardines están colocadas caprichosamente, sin los alineamientos á cordel que forman calles rectas y enfadosas. Un encantador capricho parece haber presidido á la solución de este gran problema: abrigar en una misma ciudad á más de un millón de