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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

siendo muchacho de hasta doce años, un capitán que con su compañía por allí acertó á pasar, y volvió el mozo de allí á otros doce, vestido á la soldadesca, pintado con mil colores, lleno de mil dijes de cristal y sutiles cadenas de acero. Hoy se ponía una gala y mañana otra; pero todas sutiles, pintadas, de poco peso y menos tomo. La gente labradora (que de suyo es maliciosa, y dándole el caso lugar, es la misma malicia) lo notó, y contó punto por punto sus galas y preseas, y halló que los vestidos eran tres, de diferentes colores, con sus ligas y medias; pero él hacía tantos guisados é invenciones dellos, que si no se los contaran, hubiera quien jurara que había hecho muestra de más de diez pares de vestidos y de más de veinte plumajes; y no parezca impertinencia y demasía esto que de los vestidos voy contando; porque ellos hacen una buena parte en esta historia.

»Sentábase en un poyo que debajo de un gran álamo está en nuestra plaza, y allí nos tenía á todos, la boca abierta, pendientes de las hazañas que nos iba contando. No había tierra en todo el orbe que no hubiese visto, ni batalla donde no se hubiese hallado; había muerto más moros que tienen Marruecos y Túnez, y entrado en más singulares desafíos, según él decía, que Garcilaso, Diego García de Paredes y otros mil que nombraba; y de todos había salido con vitoria, sin que le hubiesen derramado una sola gota de sangre. Por otra parte, mostraba señales de heridas, que, aunque no se divisaban, nos hacía entender que eran arcabuzazos dados en diferentes reencuentros y faciones. Finalmente, con una no vista arrogancia llamaba de vos á sus iguales y á los mismos que le conocían, y decía que su padre era su brazo, su linaje, sus obras, y que, debajo de ser soldado, al mismo rey no debía nada. Añadiósele á estas arrogancias ser un poco músico y tocar una guitarra á lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar; pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta; y así, de cada niñería que pasaba en el pueblo, componía un romance de legua y media de escritura.

»Este soldado, pues, que aquí he pintado, este Vicente de la Roca,