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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

en llegando á la primera tierra de cristianos. En este parecer venimos todos; y Zoraida, á quien se le dió cuenta, con las causas que nos movían á no hacer luego lo que quería, también se satisfizo; y luego, con regocijado silencio y alegre diligencia, cada uno de nuestros valientes remeros tomó su remo, y comenzamos, encomendándonos á Dios de todo corazón, á navegar la vuelta de la isla de Mallorca, que es la tierra de cristianos más cerca; pero á causa de soplar un poco el viento tramontana y estar la mar algo picada, no fué posible seguir la derrota de Mallorca, y fuénos forzoso dejarnos ir tierra á tierra la vuelta de Orán, no sin mucha pesadumbre nuestra, por no ser descubiertos del lugar de Sargel, que en aquella costa cae no más que sesenta millas de Argel; y asimismo temíamos encontrar por aquel paraje alguna galeota de las que de ordinario venían con mercancía de Tetuán; aunque cada uno por sí y todos juntos presumíamos de que, si se encontraba galeota de mercancía, como no fuese de las que andan en corso, que no sólo no nos perderíamos, mas que tomaríamos bajel donde con más seguridad pudiésemos acabar nuestro viaje. Iba Zoraida, en tanto que se navegaba, puesta la cabeza entre mis manos, por no ver á su padre, y sentía yo que iba llamando á Lela Marién que nos ayudase.

»Bien habríamos navegado treinta millas, cuando nos amaneció como tres tiros de arcabuz desviados de tierra, toda la cual vimos desierta y sin nadie que nos descubriese; pero, con todo eso, nos fuimos á fuerza de brazos entrando un poco en la mar, que ya estaba algo más sosegada; y habiendo entrado casi dos leguas, dióse orden que se bogase á cuarteles en tanto que comíamos algo (que iba bien proveída la barca), puesto que los que bogaban dijeron que no era aquel tiempo de tomar reposo alguno; que Ies diesen de comer á los que no bogaban, que ellos no querían soltar los remos de las manos en manera alguna. Hízose ansí, y en esto comenzó á soplar un viento largo, que nos obligó á izar luego vela y á dejar el remo, y enderezar á Orán, por no ser posible poder hacer otro viaje. Todo se hizo con mucha presteza; y así, á la vela navegamos por más de ocho millas por