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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

tiempo que ella podía imaginar que la barca de cristianos podía volver; y así, determiné de ir al jardín y ver si podría hablarla; y con ocasión de coger algunas hierbas, un día antes de mi partida fuí allá, y la primera persona con quien encontré fué con su padre, el cual me dijo... en lengua que en toda la Berbería, y aun en Constantinopla, se habla entre cautivos y moros, que ni es morisca ni castellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos... digo, pues, que en esta manera de lenguaje me preguntó que qué buscaba en aquel su jurdín, y de quién era.

»Respondíle que era esclavo de Arnaute Mamí (y esto porque sabía yo por muy cierto que era un grandísimo amigo suyo), y que buscaba de todas hierbas para hacer ensalada.

»Preguntóme, por el consiguiente, si era hombre de rescate ó no, y que cuánto pedía mi amo por mí.

»Estando en todas estas preguntas y respuestas, salió de la casa del jardín la bella Zoraida, la cual ya había mucho que me había visto; y como las moras en ninguna manera hacen melindre de mostrarse á los cristianos, ni los moros tampoco se lo estorban, como ya he dicho, no se le dió nada de venir adonde su padre conmigo estaba; antes luego, cuando su padre vió que venía y de espacio, la llamó y mandó que llegase.

»Demasiada cosa sería decir yo agora la mucha hermosura, la gentileza, el gallardo y rico adorno con que mi querida Zoraida se mostró á mis ojos; sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de los pies, que descubiertas á su usanza traía, traía dos carcajes (que así se llaman las manillas ó ajorcas de los pies en morisco) de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, que ella me dijo después que su padre los estimaba en diez mil doblas, y las que traía en las muñecas de las manos valían otro tanto. Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar; y así, hay más perlas y aljófar entre los moros que entre todas las demás naciones, y el padre de Zoraida tenía fama de

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